Edmundo Martínez Zaleta ha trascendido el umbral de su existencia para iniciar el ignoto viaje que todo ser viviente inevitablemente habrá de emprender. Si ética y política son, debieran ser, indisolubles Edmundo lo demostró en los hechos porque combinó muy bien su vocación de servir con el servicio público; si la política lleva inherente la procuración del bienestar social, Martínez Zaleta lo desplegó eficientemente en los cargos del servicio público que desempeñó. Con su partida hacia lo desconocido deja el ejemplo, la huella, de cómo debe comportarse un hombre en el servicio público. Edmundo se va libre de oro y sangre, como decía Mauricio Magdaleno, puede descansar en paz.