Durante la hegemonía priista cada gobernador hacía las veces de Virrey estatal cuando de elecciones se trataba, pues su responsabilidad incluía darle buenas cuentas al presidente de la república, jefe y rector de su partido. Durante el periodo de intenso pluralismo y de encendidos debates oposicionistas en las Cámaras federales era-como ahora- de vital importancia mantener la mayoría, por lo cual al gobernador priista le correspondía mantener buena cuota de triunfos electorales. En la actualidad, esa ecuación sigue vigente, y tal es la tarea del gobernador Cuitláhuac García, quien debe demostrarle al presidente que, además de ser honesto puede operar con éxito cirugías electorales; aunque su tarea es de proporciones mayúsculas, pues va de por medio su estancia en el poder: debe obtener el mayor número de los 20 distritos federales para congraciarse con el presidente y adicionalmente ganar la mayoría de los 30 distritos electorales de la entidad para exorcizar la presencia de un doble fantasma: el del interinato después de dos años de ejercicio y la consulta popular para la revocación del mandato. Prueba de fuego, ¿será superada?