El autoritarismo se puede definir cuando un gobernante tiene bajo su control todas las instituciones del país, la dictadura es cuando esas instituciones dejan de existir y solo son una caricatura desvergonzada de la democracia. En México, es claro el sendero que estamos caminando, pasamos de una democracia frágil en proceso de consolidación con instituciones aún débiles, al país de un solo hombre con la intención de hacerse del control total.
La democracia requiere de demócratas que la defiendan, oposición responsable y una sociedad informada. No hay forma que se defienda sola, las instituciones sin hombres y mujeres comprometidos son nada.
El presidente no se queja de la “censura” aplicada a Trump por las Redes Sociales después de los hechos ocurridos en el Capitolio en la ciudad de Washington, lo que le molesta a López Obrador es la posibilidad de cerrar estos instrumentos para la consolidación del poder absoluto. No se trata que la sociedad civil no esté presente ni que la oposición parezca en una ausencia absoluta en los espacios políticos, la realidad es que el presidente tiene todos los espacios copados, su ruido incesante y estridente no deja escuchar a nadie más.
Este proceso electoral es de la mayor trascendencia para el país, no creo que sea fácil ni justo, por el contrario, seremos testigos de unas elecciones de estado donde la cuarta transformación se juega su trascendencia histórica y los mexicanos llegaremos profundamente divididos y desgarrados por la crisis sanitaria y económica a decidir el México de los próximos 50 años.
El proyecto de la cuarta transformación requirió de los instrumentos democráticos para llegar al poder, instrumentos por cierto, que fueron resultado de la participación decidida y valiente por muchos años de millones de Mexicanos y no una graciosa concesión del poder, pero que ahora parecen estorbarle al presidente para consolidar su transformación.
Desparecer organismos autónomos es la consigna, espero no lo logren, pero lo que es un hecho es que el golpeteo a estos debilitados organismos tendrá como resultado unas elecciones muy complicadas con un arbitro electoral reducido a nada e imposibilitado a ejercer sus obligaciones constitucionales.
La estridencia política será la nueva normalidad, es un hecho que millones de mexicanos queríamos un cambio, lo que no se nos ha explicado es el cambio que desde Palacio Nacional tienen contemplado. Llevar a la confrontación de los mexicanos con ideologías rebasadas, suspender el proceso democrático, construir hombres fuertes en vez de una sociedad empoderada o aliarse con gobernantes moralmente impresentables en el mundo, es un camino con fracaso garantizado para el país.
No debemos confiar en políticos que se apropien de la democracia, no es patrimonio de una persona, grupo o partido político. El retroceso social al que estamos expuestos es peligroso y para evitarlo se requiere de la voz y participación de todos, discutir en civilidad como verdaderos demócratas el destino que queremos para el país.
Es el momento de exigirle a los partidos políticos buenos y mejores candidatos, que se debata, que se exhiban las trayectorias de cada uno de ellos, su decencia, honorabilidad y capacidad. Escuchar propuestas, y como ciudadanos, ser escuchados con atención por ellos.
Si la transformación que se propone desde el poder no es democrática, ciudadana, feminista, ambientalista, promotora de la cultura y el deporte, patrocinadora de la ciencia y responsable económicamente, no me interesa y estoy convencido que a millones de mexicanos tampoco.
Sé en que terminan los regímenes que desprecian la democracia y llaman pueblo a los ciudadanos. Terminan mal, muy mal y muy pobres.
Si tu candidato no es un demócrata convencido piénsalo dos veces.
O tres.
Es posible que solo quiera chamba, repartir puestos entre sus cuates, ser influyente y la posibilidad de disponer del dinero de todos de forma opaca.
Jorge Flores Martínez
Twitter: @jorgeflores1mx