Ayer, una vez más el presidente López Obrador aludió al “descenso” de la criminalidad en el país, pero en las páginas donde eso se leía aparecían lóbregas noticias sobre asesinatos múltiples en diversas partes del territorio nacional. Eso sucede porque en realidad la delincuencia no encuentra tope y el gobierno ha fallado al no contenerla. En Guanajuato y Tamaulipas, en Veracruz y el Estado de México, solo por citar algunos puntos neurálgicos del país, hubieron hechos sangrientos de gran calado: en León, cinco personas muertas, en enero ha habido tres masacres más en ese territorio; en Tamaulipas el macabro hallazgo de 19 cuerpos calcinados desmiente cualquier presunción favorable a la baja delincuencial; y en el sur de Veracruz, el violento encuentro entre policías y maleantes arrojó cinco víctimas mortales, haciendo un total entre el viernes y sábado de 13 asesinatos. Frente a ese escenario, el presidente dice: “ya se están sintiendo los cambios, ya hay resultados para garantizar la paz y la tranquilidad”. ¡Qué bueno!