En la Grecia clásica, cuando floreció el pensamiento filosófico cuya fructuosa savia nutrió al pensamiento occidental, la democracia no era muy bien vista excepto si se escogía a los mejores para gobernar; ese es un paradigma que desafortunadamente con harta frecuencia no se alcanza, y México no es la excepción. Sucede porque nuestra democracia electoral padece de muchas lacras, el nepotismo es acentuadamente una de ellas. Lo podremos comprobar en el presente proceso electoral, un caso lo encontramos aquí cerquita, en San Andrés Tlalnehuayocan, donde la anterior alcaldesa fue Adriana Ángeles Aguirre y le heredó el cargo a su hermano, David Ángeles; ahora pretenden que otro hermano, Alain, o la mamá Rosario Aguirre Iturralde, prosigan en ese por lo visto jugoso trono. Pero si se complica esa operación sucesoria, entonces doña Adriana está puesta para repetir la jornada. Este es solo uno de cientos de casos que proliferan en nuestra sin par democracia aldeana, el cajón de esoe expediente es de los más cargados.