Prosa aprisa
Arturo Reyes Isidoro
El viernes pasado rematé la columna comentando que ya estaba a todo lo que daba la guerra de Morena contra el priismo; que se hallaba ventilando públicamente todos los casos de sus militantes que tienen alguna denuncia en su contra. “Los morenos van con todo. Es la guerra electoral”, apunté. Recomendé: “Priista, si sabes que tienes algunos pecadillos, ampárate o escóndete hasta después del 6 de junio”.
Debí haber dicho que la guerra no solo era contra los tricolores, sino contra la oposición en general, porque horas después, en Tuxpan, detuvieron al exdiputado local y federal, exsecretario de Gobierno, exdirigente estatal del PRD y precandidato a diputado federal plurinominal, Rogelio Franco Castán, por el presunto delito de violencia familiar y por “ultrajes a la autoridad”.
Por supuesto que su arresto es cuestionable, pero no porque se presuma inocente de los cargos que le imputan hasta en tanto un juez no lo absuelva, sino porque Morena no actúa con piso parejo. En cambio, mantiene en libertad y hasta postuló como candidato a gobernador de Guerrero a Félix Salgado Macedonio, acusado ministerialmente por violación y violentación de seis mujeres y pese a las protestas de miles de mujeres en todo el país, y no ha molestado para nada a Marcos Isleño Andrade, precandidato a alcalde de la alianza Morena-PVEM, acusado de un delito similar al de Franco.
Una acción como la del sábado es cíclica en política y una práctica sexenal entre los políticos, al menos en Veracruz. Cumple puntualmente el dicho de que los carniceros de hoy serán las reses de mañana. Nada, absolutamente nada garantiza que en el futuro no sean detenidos, por ejemplo, el actual secretario de Gobierno, Eric Cisneros, o la fiscal general del Estado, Verónica Hernández Giadáns, o cualquier otro funcionario, acusados de delitos reales o inventados (yo con poder mandaría a acondicionar lo mejor que pudiera el reclusorio de Pacho Viejo). Todo depende de quién llegue al palacio de gobierno cuando ellos se vayan. Así es, ha sido per saecula saeculorum.
Vi pocas reacciones cuestionando si son ciertas o no las acusaciones en contra del tuxpeño, aunque desde por lo menos hace un año su propia esposa (entonces) lo había señalado de haberla agredido, y no solo circularon imágenes donde se le veía con el rostro golpeado, sino que también difundió un video inculpatorio. Caso, pues, para que lo resolviera un juez. Porque la misma mujer, en junio de 2017, había desmentido la agresión. Dijo entonces que no estaba golpeada y que “si las fotos están ahí (en su cuenta de Facebook) alguien las subió con una mala intención para denostar el ámbito político (?) aquí en Veracruz”. Ella era entonces consejera estatal del PRD y él secretario de Gobierno. Peeero, un año antes, en 2016, también en su cuenta de Facebook lo había acusado de “misógino, golpeador e infiel”y dijo que había presentado dos denuncias en su contra por violencia, pero que no habían procedido.
En cambio, vi más reacciones de quienes consideraron que la aprehensión fue una arbitrariedad del gobierno de Morena para utilizarla con propósitos electorales, e incluso algunos hasta consideraron a Franco una víctima.
De lo primero sí, creo, algo hay de eso. Si la mujer presentó una denuncia en 2016 y no procedió, se entendería que el gobierno de Javier Duarte no quiso actuar entonces en contra del dirigente estatal del PRD, que era Franco Castán, para evitar un conflicto político. Ya en 2017 era poderoso secretario de Gobierno en la administración de Miguel Ángel Yunes y, obvio, ningún juez se iba a arriesgar a proceder contra él. Pero Morena arribó al poder en diciembre de 2018 y tuvo todo 2019 y 2020 para llamarlo a cuentas y procesarlo y no lo hizo. Esperó precisamente la época electoral para echarle el guante encima.
¿Por qué, entonces, ahora sí y no antes? Una de mis lecturas es que, procediendo contra él, desde el palacio de gobierno enviaron un mensaje al grupo de los Yunes Linares-Márquez, dentro del que ubican a Franco, pero también a José Mancha y a Sergio Hernández, entre otros, de que están molestos por el tono que usó uno de ellos en contra del gobernador Cuitláhuac García y de que no lo van a tolerar ni van a andar con contemplaciones. Y para demostrar que van en serio actuaron en contra de quien fue el segundo de a bordo en el gobierno del bienio pasado, además de que había elementos acusatorios ministeriales concretos en su contra.
En realidad, el menos sorprendido de lo que pasó el sábado debió haber sido el propio Rogelio, porque desde diciembre pasado había recibido ya un aviso-advertencia de que tenían un grueso expediente en su contra. Una de las condiciones para que no lo tocaran fue que no se involucrara en el proceso electoral, prácticamente que pusiera tierra de por medio de Veracruz. No solo no lo hizo, sino que incluso buscó blindarse, para lo que viajó a la Ciudad de México y logró en la cúpula nacional perredista que lo inscribieran como precandidato plurinominal a diputado federal. Estaba, pues, en vías de obtener fuero, con lo que habría sido imposible detenerlo.
Creo, eso pienso, que un incidente menor precipitó las cosas, precisamente cuando no gozaba de ningún fuero: un pleito verbal entre el gobernador Cuitláhuac García y el alcalde de Veracruz Fernando Yunes, por la suegra de este, con motivo de la aplicación de la vacuna antiCovid-19, en el que el presidente municipal violó una elemental regla no escrita de la política: la de no faltarle al respeto al gobernante, al que calificó de “un cobarde sin escrúpulos” y “un estúpido”. Su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, como secretario general de Gobierno nunca hubiera permitido que ningún alcalde le faltara el respeto al entonces gobernador Patricio Chirinos, al que servía, ni él mismo como gobernador se lo hubiera tolerado a nadie. Hubiera reaccionado con iracundia contra el autor y sin medir las consecuencias lo hubiera hecho pagar por su insolencia.
El gobierno de Morena, pues, necesitaba a un representativo del grupo para darle un severo varapalo a modo de mensaje al jefe y a sus hijos de que las cosas no se van a quedar así. Franco Castán era el que estaba más a la mano ya con un proceso fácil de encausar, porque además la exesposa volvió a reiterar su acusación, y echaron mano de él. No se ve, al menos yo no veo, cómo se va a librar de estar un bueno rato en la sombra. Ayer se mostraron copias de que estaba amparado. Supuestamente los agentes ministeriales reaccionaron como Superman ante la kryptonita verde, pero entonces el acusado habría agredido a un policía y habría cometido el “grave” delito de ultrajes a la autoridad para el que ningún juez lo había protegido. Lo querían en el tambo a como diera lugar y lo pusieron tras las rejas. Lo mismo que hizo el gobierno al que sirvió con varios duartistas. Las reses ahora, los carniceros ayer.
Todo, en pleno proceso electoral. Cabría esperar las consecuencias del efecto carambola que tendrá el asunto. Pero eso, para continuarlo comentando mañana.