Hemos insistido en recordar el último trimestre de 2020, cuando el discurso público en voz de Marcelo Ebrard nos informaba de los esfuerzos del gobierno para que los mexicanos contáramos con las vacunas suficientes una vez pasaran las respectivas pruebas, “hay dinero para comprarlas”, se aseguraba; AztraZeneca, Moderna, Pfizer, fueron nombres muy mencionados. Pero a la hora de la verdad, aquel optimismo se esfumó supuestamente por designios de la ONU que nos pedía aportáramos parte de lo conseguido y, por otro lado, porque las naciones ricas monopolizaron la producción de vacunas. Al final, por lo que se ve, ahora contamos con vacunas rusas y chinas en mayor cantidad que las originalmente mencionadas. No está mal del todo, porque en casos de emergencia la mejor vacuna es la que se tiene. Ahora, el reto está en eficientar el programa de vacunación, pues al ritmo que lleva será prácticamente imposible que para agosto se hayan vacunado “60 a 80 millones de mexicanos” (como si 20 millones fueran pocos en nuestro caso). ¿Cómo alcanzar esa cifra de ficción retórica si los registros de vacunación diaria con mucho esfuerzo apenas llegan a un promedio de 50 mil vacunas? Causa envidia de la buena observar que en EEUU el viernes 5 de marzo se vacunaron a más de 2.4 millones de personas. ¿Se debe acaso que allá sí hay sinergias en ese esfuerzo entre la federación y las entidades federativas? Cualquiera sea la causa ojalá aquí ocurriera igual.