viernes, abril 19, 2024

La guerra de los cubrebocas…

Opiniones y Comentarios

Julio Ricardo Blanchet Cruz

diariolibertad@gmail.com

Ante la seria amenaza que representan los que nunca se han creído lo de la pandemia y menos lo del cubrebocas.  Y ante el hecho de que cada vez son más los que se oponen al uso del adminículo ese que está desatando la guerra del cubrebocas…

Así como la Guerra de los Pasteles -que nadie creería que fue por unos pasteles- que si en su momento fue penalizado, hoy lo despenalizan desatando la guerra de los cubrebocas…

Unos dicen que sí, Bolsonaro, ALMO y el Papa dicen que no es necesario y solo lo utilizan cuando no hay más remedio.  Cabe decir que al Papa el virus se la ha persignado, por decirlo cristianamente; y en los otros dos, no muy se les pueden evaluar  los daños; pues así eran desde antes…

Pero como ya no se le puede creer nada a nadie; y lo peor es que todos tienen grandes títulos de prestigiadas universidades que los respalden para decir lo que dicen; además de que sus estudios fueron publicados en prestigiadas revistas -ya ha sido comentado-…

No nos queda más alternativa que echar mano de la razón, o sea, del sentido común.  Y los mejores amigos del hombre nos pueden ayudar con su agudísimo olfato, capaz de captar los olores a través del plástico, el aluminio y hasta lo que está enterrado -ahora entrenados para captar el olor del coronavirus-…

Ahora bien; si el olor es capaz de atravesar el plástico, la tela y el material especial con todo y los respiradores ¿realmente creen que los cubrebocas pueden filtrar un virus; además, los virus huelen?  Podrán filtrar las partículas de saliva que se expelen al toser o estornudar; pero no a los virus que andan en el aire…

Y para qué comentar la promoción que se hace del gel, que todavía tienen la desfachatez de calificarlo como antibacterial, es decir, contra las bacterias; y lo quieren utilizar para matar un virus.  ¡Por favor!…

No es que crean que la gente es tonta, no.  Con la publicidad de su lado, se aprovechan de la sandez de la gente para hacerles creer cualquier cosa.  Lo mismo en un virus peligrosísimo al que nadie ha visto; que en un dios poderosísimo al que tampoco nunca nadie ha visto…

Pero por otro lado tenemos las cosas enfrente y no las queremos ver.  Es palpable el hecho de que la misoginia tiene su anclaje en las religiones -salvo la anglicana que tiene una mujer obispo; u obispa, como se prefiera-…

Pero desde que a algún trasnochado se le ocurrió decir que Dios era Hombre, a poco más de la mitad de la humanidad se la cargó el Rancho del señor Presidente…

Y lo aberrante del asunto, es que sean precisamente las víctimas de la discriminación, o sean, las propias mujeres, las que transmiten esos aberrantes y destructivos principios a sus hijos.  En otras palabras, y a riesgo de que me quede sin lectora alguna…

Las mujeres son las que crían a los machos; y las mujeres son las que crían a los que se conducen como caballeros.  Y si el mundo ha de cambiar, lo han de hacer las mujeres. Los hombres lo hemos intentado -creo- y nomás hay que ver el desastre que tenemos…

Y todo lo que tienen que hacer las mujeres para cambiar el mundo, es criar a sus hijos. Así de simple.  No traer hijos al mundo y encargarlos a que los críen otros.  No, solo criar a sus hijos; nada más.  Y eso, las que quieran tener hijos; las que no, pues no, y que se dediquen a lo que quieran…

Y a ello debe de colaborar el Estado.  Los países nórdicos son un ejemplo. Grecia fue construida por hombres trascendentes criados por madres ejemplares.  La Historia registra bien a las espartanas…

Con una generación de hijos deseados, criados por sus madres y bien alimentados, las cosas seguramente cambiarían.  Bueno; siempre y cuando las madres dejaran de creer en cuentos de dioses y castigos con representantes que son peores que los banqueros -y con eso ya es decir bastante-…

Aunque también hay que aclarar que la violencia es síntoma de algunas enfermedades.  Por ejemplo.  Los que tienen hemorroides tienen un carácter de los mil diablos ¡y cómo no!  Los que están mal del hígado amanecen de mal humor…

Los que tienen diabetes se vuelven tontos, pierden la capacidad de razonar, solo quieren comer chatarra, precisamente lo que más daño les hace.  Son como los cobidianos-19 “inteligentes asintomáticos”-esa definición me encanta-…

Por lo tanto, lo primero en que hay que poner atención, es en la salud de los ciudadanos, que es la mayor de las riquezas que puede tener cualquier Estado.  Cuando el Pueblo está enfermo, las epidemias pegan más fuerte; visto está.

Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.

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