Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto
Dice Sun Tzu en “El Arte de la Guerra” que “los guerreros victoriosos ganan primero y luego van a la guerra, mientras que los guerreros derrotados van primero a la guerra y luego buscan la
victoria”. Y eso último fue lo que hizo ayer el gobernador saliente de Michoacán, Silvano Aureoles, quien después de haber sido derrotado en las pasadas elecciones de su estado, decidió abrir fuego en contra de sus dos antecesores en la Gubernatura: Lázaro Cárdenas Batel, actual coordinador de asesores del presidente López Obrador y Leonel Godoy Rangel, diputado federal electo.
Como animal político herido, después de que no pudo ganar los comicios, Silvano hizo ayer fuertes denuncias en entrevistas en las que acusó al narcotráfico de haber influido en los resultados de las votaciones de Michoacán a favor de Morena, el pasado 6 de junio y a los dos exgobernadores, que fueron sus amigos y compañeros en el PRD, de haber sido los responsables de que los cárteles de la droga, como la Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios y ahora el Cártel Jalisco Nueva Generación, hayan dominado el territorio de Michoacán, mientras que al presidente López Obrador lo responsabilizó de “convertir al Ejército en albañiles”.
Según Silvano, la crisis de seguridad que vive Michoacán desde hace al menos 14 años comenzó con el gobierno de Lázaro Cárdenas Batel, cuando empezaron a ganar territorio los grupos del narcotráfico y al término del gobierno del hoy asesor del presidente, con el gobierno de Leonel Godoy comenzó el dominio de Servando Gómez quien, según el mandatario perredista, “fue
apoyado por ‘La Tuta’ para ganar la Gubernatura”. Luego, según los dichos de Aureoles Conejo, también el líder de Los Caballeros Templarios impulsó la llegada al Gobierno michoacano de Fausto Vallejo y de su sustituto Jesús Reyna.
En realidad, lo que viene en Michoacán es una guerra entre los políticos de la izquierda michoacana, tanto los que fueron del PRD y hoy son de Morena, como los que continúan militando en las filas del disminuido perredismo.
Tanto Cárdenas como Godoy y Silvano se conocen muy bien porque fueron parte del mismo grupo político que después se fracturó con el surgimiento de Morena y la decisión de los dos primeros de seguir a López Obrador en su nuevo movimiento político, mientras que Silvano se alió con el gobierno de Peña Nieto. Hoy está claro que Silvano Aureoles sabe que haberlo derrotado en la pasada elección es apenas el primer paso de lo que vendrá para él después de octubre, cuando tiene que entregar el Gobierno a su sucesor de Morena.
No le esperan buenos tiempos y es tan claro que lo sabe que ha comenzado a disparar en contra de los que podrían convertirse en sus verdugos con el fin de anticiparse y victimizarse de cara a lo que puede venir en la revisión de las cuentas públicas y los gastos de su administración cuando el Gobierno de Michoacán pase a manos de Morena.
Las peores guerras suelen ser las fratricidas; no sólo por los obuses y disparos que se lanzan desde uno y otro bando, sino porque los combatientes se conocen mutuamente y conocen muy bien los “trapos sucios” y se saben las peores cosas unos de otros, por lo que cada munición que lancen puede ser letal. Así será la guerra entre los michoacanos que, al final herederos de lo que fue
el antiguo imperio purépecha, siguen siendo guerreros y combativos, pero además cuando son políticos que vienen de la izquierda, pueden ser despiadados.
La paradoja es que mientras sus políticos —los de antes, los de ahora y los que vienen— se pelean entre ellos y se acusan de ser corruptos o aliados del narcotráfico, los michoacanos de a pie, esos que nada tienen que ver con las reyertas y vendettas políticas, están asediados, asolados y asustados por los narcos que, en su sanguinaria disputa por el estratégico territorio michoacano, hoy tienen amedrentadas y sitiadas a comunidades y municipios como Aguililla, Taretán, Ario de Rosales, Salvador Escalante y Nuevo Urecho, por no hablar de la siempre abandonada región
de Tierra Caliente, en donde los civiles vuelven a tomar las armas para procurarse la seguridad que no les da el Estado mexicano, reviviendo el viejo problema de las autodefensas, que ahí viene de regreso en Michoacán…Los dados mandan Escalera doble. Subimos.