Las declaraciones del gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, pudieran calificarse de valientes, si se tiene en cuenta lo que está enfrentando, o de muy audaces si no las sostiene con pruebas irrefutables; de cualquier manera, esa actitud pudiera obedecer a una estrategia bien urdida: ya para justificar la persecución política de que pudiera ser objeto, ya para preparar su camino al exilio en los Estados Unidos. Esto último por su adelantado propósito de denunciar sus dichos en los Estados Unidos, “ya estamos contactando personas cercanas al presidente Biden”, ha dicho. Si Aureoles tiene pruebas sólidas de sus dichos, entonces pondría en predicamento ciertas áreas del gobierno federal, de otra manera solo estaría utilizando el tema como pretexto para emigrar allende el Bravo huyendo de acusaciones que seguramente le formularán derivadas del desempeño de su gestión pública. En San Luis Potosí, Ricardo “El Pollo” Gallardo ganó la elección para gobernador postulado por el Verde Ecologista, pese a sus antecedentes penales (estuvo en cárcel 11 meses acusado de delincuencia organizada y lavado de dinero, aunque un juez lo exoneró), y la UIF y la FGR tienen expedientes abiertos en su contra, sin embargo no caminan. Cuales sean las causas, el solo hecho de vincular la política con el crimen organizado no es buen síntoma en ningún país del mundo.