Los frentes políticos en México se están reconfigurando a medida de las circunstancias y en función del cada vez más cercano momento de la sucesión presidencial; ya lo sabemos, ésta es una instancia en la cual nuestro país es proclive a la crisis económica y la incertidumbre política y está en juego el destino de la nación. En lo que va del siglo, si alguna variación habrá de anotarse es un retroceso al tiempo del PRI hegemónico, de cuando el presidente de la república intervenía determinantemente para decidir la candidatura presidencial del partido en el poder, porque ni en 2006 ni en 2012 fue así, en 2018 sí. En el actual escenario se dibuja la participación de siete partidos separados en dos bloques: Morena, PT y Verde Ecologista, por un lado, el PAN-PRI y PRD en la oposición; no es poco notable la actividad de la clase empresarial para despertar el ánimo oposicionista entre la ciudadanía mexicana. Por parte del bloque partidista opositor no se otea en su horizonte un liderazgo capacitado para oponer resistencia competitiva, no es muy diferente el panorama entre los empresarios y en Movimiento Ciudadano ni Samuel García ni Luis Colosio parecen despertar entusiasmo ciudadano. Así configurado el escenario, Morena resulta favorecido porque juega con una baraja muy nutrida de cartas para competir y mantenerse en el control político del país. Sin embargo, ese Movimiento en su interior lleva inherente las causas de posibles rupturas, que combinadas con la inercia del declive del poder presidencial pudieran acarrearle complicaciones hasta ahora no imaginadas. El presidente López Obrador señaló a Claudia Sheinbaum como posible candidata, acaso la favorita, pero con ese prematuro movimiento suscitó la abierta inconformidad de Ricardo Monreal obligándolo a activarse con actitudes que no despiertan simpatías en la cúpula del poder (se evoca aquí la reacción de Camacho Solís cuando el destape de Colosio) y sí preocupaciones varias. Por su parte, Marcelo Ebrard ha guardado discreta prudencia y estratégico silencio, pero las presiones en su contra aumentan y lo pudieran orillar a definirse cuanto antes, no pasan inadvertidas las decisiones presidenciales que lo exhiben como una Secretario de Relaciones Exteriores a quien poca deferencia se le guarda en el nombramiento de personal diplomático. Por el contrario, Claudia Sheinbaum cuenta con todo el respaldo posible y se mueve con metódica estrategia, en esta cabe su reunión con el gobernador Cuitláhuac García, precisamente cuando éste mantiene un acrecentado diferendo con Ricardo Monreal, y adicionalmente recibe un muy cariñoso y premonitorio saludo desde significativa mañanera presidencial: “estamos contigo, Cuitláhuac”. Mientras, afanoso, el Secretario de Gobernación hace su trabajo tejiendo esperanzas de quienes lo ven como una tenue señal de “el que vendrá”. Poco menos de 24 meses nos separan de este por hoy solo imaginable futuro, en términos de política electoral no son muchos.