sábado, abril 20, 2024

El balance desfavorable no impide el optimismo

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Sin lugar a dudas el optimismo declarado ayer por el presidente López Obrador revela su actitud positiva frente a las adversas circunstancias por las que atraviesa la nación que le confió su futuro colectivo para el periodo 2018-2024; sin embargo, esa expresión de buen ánimo suele reflejar aquello de que cada quien habla según le va en la feria,  pues los signos de la realidad mexicana son preocupantes en alto grado, cuando estamos al borde de una reciclada ola pandémica, provocada esta tercera por Ómicron, la variante nueva del Covid-19 a la cual oficialmente no se le atribuye la virulencia y agresividad de sus facetas predecesoras. Pero, como los males casi nunca vienen solos, pende también sobre nosotros el desbordado crecimiento de la inseguridad y la violencia cuyo saldo en muertos alcanza ya más de 105 mil asesinatos durante la primera mitad del periodo gubernamental de AMLO, señal ineludible del lamentable fracaso de la estrategia diseñada para combatir a la delincuencia: “abrazos, no balazos, según un silogismo de acabado valor moral: “Hay que pensar que solo siendo buenos podemos ser felices y que la felicidad no es lo material”. En este país la pandemia sanitaria cabalga con igual libertad que la violencia, porque si bien las cifras de defunciones suman ya 299 mil 581, y los otros datos, también oficiales, señalan 644 mil víctimas del Covid-19 en el conteo del exceso de mortalidad. Peor aún, si bien la vacunación constituye una valiosa defensa, aunque no infranqueable, aporta una barrera de anticuerpos para reducir el contagio o la rudeza del impacto contagioso. Lamentablemente, la campaña de inmunización ha sido muy lenta, pues 81 millones 916 mil 395 personas están vacunadas, pero solo 72 millones 849 mil 124 cuentan con esquema completo, de un universo de 126 millones de mexicanos. “Estoy optimista, creo que ya paso lo más difícil. El año 2020 fue muy triste, difícil, sin embargo, salimos adelante”, dice el presidente, pero ojalá la realidad no se resistiera a acompañarlo porque no muestra un rostro muy amigable. En México, nuestro costumbrismo base ha sido un valemadrismo sintetizado en el “nadie me quita lo bailado” y “al mal tiempo buena cara”, luego nos va como en feria.

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