Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
La decisión del presidente López Obrador de enviar un representante a la quinta toma de posesión del dictador Daniel Ortega como presidente de Nicaragua, provocó reacciones enconadas principalmente de organismos defensores de los derechos humanos. Pero la justificación del tabasqueño fue más que obvia y ni para qué platicarla, lector.
Ortega ha sido acusado por Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea de tener en la cárcel a 168 opositores a su régimen que se han convertido en presos políticos, y de reprimir violentamente la disidencia, lo que ha costado la vida a más de 350 nicaraguenses y el exilio a casi 200 mil.
El asunto es que acá en Veracruz el gobernador Cuitláhuac García no vende piñas. Si el bananero tiene en prisión a casi 170 opositores, Cuitláhuac ha encerrado al menos a 2 mil 400 veracruzanos acusados de ultrajes a la autoridad, según el abogado penalista Tomás Mundo Arriasa.
Si desde el 2018 las revueltas contra el dictador han dejado un saldo de 350 asesinatos, las revueltas por la violencia en Veracruz en los tres primeros años del gobierno de Cuitláhuac, han registrado más de 5 mil homicidios dolosos, más de 300 feminicidios y más de 400 secuestros, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Pero algo no cuadra y hay que decirlo.
No se vale que si las ONGs y la Comunidad Internacional pusieron el grito en el cielo por 168 opositores nicaragüenses encarcelados, no hayan dicho ni pío por los 2 mil 400 veracruzanos ultrajados por policías y encerrados en prisión como si fueran criminales.
Allá en Nicaragua tienen a un asesino como presidente y acá en Veracruz tenemos a un inepto como gobernador. Pero si aquel es responsable de los crímenes y detenciones que ha ordenado ejecutar, también lo es éste por reprimir a sus gobernados y por los asesinatos que no ha podido evitar. Luego entonces ¿por qué no lo miden con la misma vara?
Al hablar sobre lo que pasa en Nicaragua, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Binkler denunció: “La corrupta seguridad de Daniel Ortega y el sistema judicial aprehendieron a 170 individuos (hombres y mujeres) por practicar un periodismo independiente, trabajar para las organizaciones de la sociedad civil, buscar competir en elecciones y expresar públicamente una opinión contraria a la ortodoxia gubernamental, consideradas normales en una sociedad libre”.
De no haber dicho el nombre del dictador bananero, no pocos veracruzanos hubieran pensado que Binker estaba hablando de Cuitláhuac.
¿Que no existe punto de comparación entre Veracruz y Nicaragua?, en efecto. Allá tienen casi 7 millones de habitantes y aquí 8.5 millones. Allá hubo 703 asesinatos violentos del 2019 al 2021 y aquí fueron más de 5 mil. Allá hay desplazados por el desempleo, el hambre, la miseria y el miedo a Daniel Ortega y aquí por el terror a la violencia. Allá no hay desmembrados y aquí sí. El último, un atleta de 27 años encontrado este miércoles en un ejido de Ixtaczoquitlán.
Qué bueno que las ONGs y la Comunidad Internacional volteen a ver lo que está pasando en el país centroamericano. Y qué malo que no miren con la misma preocupación e interés a México en general y a Veracruz en particular. Porque al menos en cuanto a represión y violencia, estamos peor que en Nicaragua.