jueves, noviembre 21, 2024

Nada es para siempre, la impunidad tampoco.

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La evolución política del pueblo mexicano ha sido muy penosa, pese al millón de muertes causado por el estremecimiento social de 1910. Después de una década sangrienta (la de los 20 del siglo XX) en la cual se extinguieron buen número de generales y caciques, sobrevino la etapa que supuestamente iniciaba la era de las instituciones en el país, empezando por la creación de un partido político, el Nacional Revolucionario (1929), metamorfoseado en Partido de la Revolución Mexicana (1938) y finalmente convertido en Revolucionario Institucional (1946), todos se dijeron representantes y herederos de los principios de la Revolución Mexicana. Empezó la era del presidencialismo imperial, la “dictablanda”, como la calificara Vargas Llosa. Después de gobernar durante 54 años este país el PRI perdió la presidencia ante el Partido Acción Nacional (1939), un partido cuya actitud ante los gobiernos fue casi siempre antagónica, el “casi” es porque con Salinas de Gortari adoptó la estrategia del colaboracionismo, buena sin duda porque pocos años después alcanzó la presidencia. Durante los años 90 del siglo pasado fue ostensible el avance democrático, la creación de órganos autónomos como el IFE y el Tribunal Electoral robustecieron el desarrollo0 democrático. Sin embargo, desde el coso social emergían actores políticos que hicieron del ejercicio del poder un coto de rapiña y perniciosa aula para sus imitadores. Los gobernadores, por ejemplo, no solo de este siglo también del anterior, son fuente caudalosa de casos que quedaron en la impunidad por las complicidades acunadas en los recintos del poder. Pero no todo es para siempre, la forma de gobierno republicano establece términos para los periodos de gobierno, tres para alcaldes y diputados, seis para senadores, gobernadores y presidentes, después quedan sujetos a la aplicación de las leyes, unos la han librado, otros pagan sus culpas. El caso de Luis Echeverría es clásico, pues ha sido condenado por la historia y por las leyes por los acontecimientos de 1968 en Tlatelolco y 1971 en San Cosme, los famosos “halcones” ¿quién no lo recuerda? En cuanto a alcaldes en Veracruz varios ediles (¿y edilas?) han purgado condena carcelaria. Más notable es el de ciertos exgobernadores, y no porque hayan robado más que los alcaldes, sino porque sintiéndose virreyes sus tropelías son más obvias y de mayor alcance: Mario Villanueva, de Quintana Roo, Pablo Salazar Mendiguchia, de Chiapas, César Duarte, de Chihuahua, Javier Duarte, de Veracruz, Mario Marín, de Puebla. Dos ex gobernadores de Tamaulipas, Tomás Yarrington, uno de ellos, de Nayarit, Roberto Sandoval Castañeda, etc. Basta hojear los diarios en la hemeroteca de cada una de las entidades enumeradas para conocer los desmanes que en su tiempo del “pinche poder” en sus manos cometieron quienes ahora penan por su libertad, unos adentro otros intentando no entrar. En ese espejo cada vez más amplio debieran verse quienes ahora gobiernan porque está visto que el destino casi siempre alcanza. Ni el poder es para siempre, la impunidad tampoco.

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