Serpientes y escaleras.
El peor escenario para el país, en caso de una ausencia presidencial definitiva, no depende del mecanismo diseñado para la sustitución del presidente, que está perfectamente claro en la Constitución. Lo que podría complicar seriamente la estabilidad y la gobernabilidad del país, en caso de faltar el titular del Ejecutivo, es la inexistente institucionalidad en Morena y los fuertes pleitos y enfrentamientos internos en la 4T que, si con López Obrador en vida son intensos, sin el caudillo que es el único elemento que cohesiona a corrientes antagónicas del morenismo, se convertirían en guerras tribales por el control del poder y del movimiento que quedaría acéfalo.
Casi todos los análisis internos de la 4T apuntan a que Adán Augusto sería el “sustituto natural” de Andrés Manuel López Obrador si éste llegara a faltar de manera absoluta en la Presidencia, incluso por encima de Claudia Sheinbaum a quien no le ven posibilidades. También descartan a Marcelo Ebrard como sustituto y en cuanto a Ricardo Monreal, a estas alturas, aun cuando sigue siendo líder del Senado, ya ni siquiera lo ven como aspirante al 2024, mucho menos como una opción para presidente sustituto.
Según el artículo 84, en caso de la ausencia definitiva del presidente, el Congreso nombrará como presidente provisional al secretario de Gobernación y tendrá un plazo de dos meses para reunirse y erigirse en Colegio Electoral en el que decida, por mayoría calificada de votos —las dos terceras partes de los congresistas presentes— a quien será el sustituto que terminará el sexenio en la Presidencia. El mismo Adán podría pasar de ser “presidente provisional” a convertirse en “presidente sustituto” por votación del Congreso.
Pero antes de eso habría que esperar una reacción fuerte de los bloques más radicales de Morena que podrían intentar imponer sus condiciones y, de ser posible, impulsar otra opción para ocupar la Presidencia. Eso obligaría a Adán Augusto a negociar con los duros y a ceder posiciones de poder para evitar una revuelta interna. Y ahí, inevitablemente, el tabasqueño tendría que apoyarse y también negociar políticamente en dos personajes de la 4T que, en el escenario de una sustitución presidencial, se van a volver importantes para mantener la gobernabilidad no sólo de la 4T sino del propio país: Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal.
Aunque los radicales de Morena nunca lo dejarían ser sustituto, en ausencia de López Obrador, Marcelo Ebrard sin duda se convierte en un activo importante para la 4T por su mayor experiencia política y de gobierno, mientras que Ricardo Monreal, desplazado y desconocido por el presidente, también sería en su ausencia un equilibrio necesario para evitar que se desintegrara y balcanizara el movimiento político del lopezobradorismo. El zacatecano mantiene el control de al menos 30 senadores de Morena, además de tener al menos dos gobernadores y control de una parte de la estructura territorial y el vínculo más fuerte con el PVEM.
Quien quiera que fuera el presidente sustituto, en este caso Adán Augusto, tendría que hacer un arreglo con Marcelo y con Monreal, que además en un escenario como ese, seguro refrendarían su alianza para reclamar una parte del poder y de control del gabinete y, por supuesto, que con miras a la sucesión presidencial de 2024 se mantuviera su exigencia de “piso parejo” y cero favoritismos ni imposiciones. Sólo con una negociación política profunda y con una repartición del poder, se podría evitar que, en ausencia de López Obrador, el caudillo que aglutinó a sectores y grupos tan disímbolos de la izquierda, la derecha y el expriismo, estallara una guerra intestina entre la actual clase gobernante, provocando un escenario de ingobernabilidad e inestabilidad política para el país.