Dice el presidente López Obrador que recomendó al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, establecer un precio fijo a las gasolinas para reducir su encarecimiento, a la vez pone de relieve que en EEUU el precio del combustible es 10 pesos más cara que en México. La diferencia, dice, se debe a nuestra producción petrolera, “nosotros tenemos más capacidad para control de estos energéticos, que son estratégicos y allá no, pero sí pueden tener control si establecen un precio máximo”. No bromea el presidente, sin embargo, sus dichos no se corresponden enteramente con la realidad, porque oculta la gran tajada de miles de millones de pesos destinados al subsidio de las gasolinas, lo cual traerá consecuencias serias a las finanzas públicas del país. Además, la diferencia en los referidos precios es de seis pesos entre allende el Bravo y aquí, pero se disipa si consideramos que allá ganan en dólares, actualmente arriba de poco más de 20 pesos en la variante flotación, tampoco se habla de la pírrica capacidad de almacenamiento en el país (alcanza solo para cuatro días) y que nuestras reservas de petróleo no se comparan en nada con las del país vecino. El libre mercado impera en los Estados Unidos, donde el gobierno no destina fondos públicos para subsidiar el gasto de sus ciudadanos en combustible y los orienta hacia tareas productivas. Debe reconocerse al gobierno mexicano su interés por reducir el impacto inflacionario, aunque el subsidio a las gasolinas no llega a los más desposeídos sino a quienes tienen capacidad para mantener un automóvil. Diseño de políticas públicas, cuestión de enfoques.