Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
El régimen de la autoproclamada “cuarta transformación” sufrió un duro golpe este fin de semana con la revelación de lo que era un secreto a voces: la descomposición interna en el gobierno que ya no puede ocultarse.
La carta que el ex consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra, publicó en el semanario fundado por su padre, es en realidad un pequeño recuento de cómo se retuercen las instituciones públicas y las leyes en tiempos del lopezobradorismo, que de tanto querer ser distinto se igualó y hasta está superando a muchos de sus peores antecesores.
Pero no se trata de un asunto menor. Lo que expone Scherer –que no es una blanca paloma, valga decir- es una muestra de la decadencia de un gobierno que tiene al país sumido en una tensión permanente, que sostiene la economía con alfileres y que cada día se vuelve más agresivo y autoritario contra quien le critica o simplemente señala sus falencias.
Más allá de la aún alta popularidad que mantiene el presidente López Obrador –fundada en su discurso populachero y pendenciero, así como en el reparto de dinero a través de programas clientelares que cada vez tienen más dificultades para encontrar fuentes de financiamiento-, el que a poco más de dos años de que concluya –esperamos- el sexenio en el círculo más alto del poder se estén despedazando de esta manera, habla de un gobierno que se debilita, que se comienza a podrir por dentro, con todos los riesgos que eso conlleva.
No es casualidad que la violencia esté escalando en varias regiones del país. Las instituciones de procuración e impartición de justicia están secuestradas por grupos de interés que por su conducto dirimen sus diferendos y asuntos particulares. Mientras que las fuerzas armadas están ocupadas haciendo enormes negocios y acumulando un poder exorbitante.
Los militares han emergido durante el gobierno de supuesta “izquierda” en México como un factor real de poder político y económico. López Obrador los empoderó como nunca en la historia reciente del país y ese proceso será casi imposible revertirlo en mucho tiempo.
El aeropuerto “Felipe Ángeles” es una muestra clara de la fuerza actual de los militares. La central es completamente suya –vaya, siempre fue una base aérea castrense- y las ganancias que llegue a generar –cuando algún día lo terminen de verdad- serán por completo para ellos. Y eso se notó en la ceremonia “inaugural” de este lunes: fue un acto para el lucimiento militar, cuya simbología está presente en todos los espacios.
La influencia castrense en rubros fuera de la esfera militar no se queda ahí. El propio López Obrador adelantó que irán a “trabajar” en las otras dos obras “insignia” de su gobierno: la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya. Además que la Marina ya controla las aduanas y los puertos, por donde –por cierto- siguen entrando y saliendo ingentes cantidades de droga.
La exaltación del militarismo que lleva a cabo el régimen lopezobradorista, tanto en la propaganda como en la enorme cesión de espacios de poder que le ha conferido, es amenazante por sí misma. Más aún, cuando es evidente que el gobierno civil comienza a desfondarse internamente y los diferentes grupos que se mueven dentro de ese mazacote sin forma llamado Morena también están en guerra entre ellos, con miras al 2024 y la repartición del siguiente “pastel” del poder.
Mientras el poder civil se desgaja, el militar se potencia. Esa historia nunca termina bien.
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