Sigo pensando que López Obrador es un genio comunicativo, a pesar del pésimo manejo que ha hecho del escándalo de la Casa Gris de su hijo José Ramón. Como que perdió el buen toque que traía.
Pero lo ha recuperado brevemente. La ocasión se la puso el Parlamento Europeo en bandeja de plata.
El pasado 10 de marzo votaron una resolución “sobre la situación de los periodistas y los defensores de los derechos humanos en México”.
A continuación, gloso este documento cuyo contenido es muy interesante.
Los europeos consideran que la violencia generalizada sigue intensificándose en nuestro país (cierto). Que “la situación del Estado de Derecho se está deteriorando de forma grave” (de nuevo cierto). “Que un número preocupante y dramático de periodistas y defensores de los derechos humanos […] son apercibidos, acosados, amenazados, violados, atacados, hechos desaparecer e incluso asesinados, y vigilados por autoridades gubernamentales o grupos delictivos” (absolutamente cierto).
Siguen los considerandos: “México es desde hace mucho tiempo el lugar más peligroso y mortífero para los periodistas fuera de una zona oficial de guerra” (cierto de acuerdo a organizaciones nacionales e internacionales).
“2022 marca el comienzo de año más mortífero para los periodistas en México, con al menos seis periodistas asesinados” (cierto). Que “desde diciembre de 2018 al menos 68 defensores de los derechos humanos han sido asesinados en México” (cierto: la fuente es la Secretaría de Gobernación).
Más: “que el presidente López Obrador ha utilizado con frecuencia una retórica populista en las conferencias de prensa diarias para denigrar e intimidar a periodistas independientes, propietarios de medios de comunicación y activistas” (esto es público y notorio, y me consta). “Que la corrupción institucionalizada y generalizada, inducida por un sistema judicial deficiente, genera un problema endémico de impunidad, ya que alrededor del 95% de los asesinatos de periodistas permanecen impunes” (el dato es consistente con el conteo que lleva la organización Propuesta Cívica).
Y sigue. Que “se ha presentado en el Congreso una propuesta legislativa preocupante que tiene por objeto prohibir a cualquier ONG que reciba financiación extranjera que intente influir en la legislación o participar en litigios estratégicos” (cierto, de Morena, por cierto).
Por tanto, el Parlamento Europeo “condena las amenazas, el acoso y el asesinato de periodistas y defensores de los derechos humanos en México […] pide a las autoridades que investiguen los asesinatos de manera rápida, exhaustiva, independiente e imparcial […] observa con preocupación las duras y sistemáticas críticas formuladas por las más altas autoridades del Gobierno mexicano contra los periodistas y su labor [y] anima al Gobierno mexicano a que adopte medidas para reforzar las instituciones del Estado y consolidar el Estado de Derecho”.
Hasta aquí una glosa de lo que considero más importante de la resolución. En lo personal, no le cambiaría ni una coma. Las consideraciones son todas ciertas, la condena, precisa y las demandas de sentido común. De los 682 eurodiputados presentes en la votación, 607 la respaldaron, 73 se abstuvieron y sólo dos sufragaron en contra.
AMLO, sin embargo, encontró en la resolución un distractor perfecto para no hablar del estancamiento económico, inflación, violencia incontenible, escasez de medicinas y los escándalos de corrupción de su gobierno. Publicó una carta donde insultó a los eurodiputados tildándolos de “borregos”. Se envolvió en el lábaro patrio considerando que la resolución era una afrenta colonialista.
Fue “un escupitajo”, como lo caracterizó Jesús Silva-Herzog. Pero un escupitajo sin consecuencias políticas porque el Parlamento Europeo, en realidad, no tiene mucho poder. Son los gobiernos de las 27 naciones que forman la Unión Europea las que toman las decisiones importantes en materia exterior y se coordinan en la Comisión que agrupa a los jefes de gobierno. En este sentido, cuesta muy barato pelearse con los eurodiputados insultándolos. En la misma Europa es común y corriente.
La carta de AMLO, además, atiza el rancio nacionalismo mexicano que todavía gusta mucho a la población. El Presidente vende la idea de un gobierno que sí defiende los intereses y el orgullo nacional frente a intentos colonialistas de potencias que antes conquistaron indígenas, se rehusaron a la independencia mexicana e invadieron el país en varias ocasiones.
En este sentido, es una gran cortina de humo. Otro distractor perfecto del genio comunicativo de Palacio.
Twitter: @leozuckermann