Antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial había en nuestro país 17 compañías extranjeras que eran dueñas de todo el petróleo que se extraía del subsuelo. Estas compañías, cuyos dueños eran desmesuradamente ricos, se negaron sistemáticamente a mejorar las condiciones laborales y salariales de los trabajadores que rayaban en lo inhumano.
Más de una vez el Presidente Lázaro Cárdenas abogó por ellos pero lo mandaron al diablo, por lo que el 18 de marzo de 1938 emitió un decreto por el que se expropiaban los bienes de esas compañías y el petróleo pasó a ser propiedad de la nación.
Esta medida que se catalogó casi como una epopeya fue festejada por la unanimidad de los mexicanos y Lázaro Cárdenas se convirtió en héroe nacional.
Años después, el 27 de septiembre de 1960, el Presidente Adolfo López Mateos emitió un decreto para nacionalizar la empresa The Mexican Light & Power Company y la convirtió en la Compañía de Luz y Fuerza.
The Mexican Light & Power Company había sido fundada en 1898 en Canadá y resultó ganadora de las concesiones que otorgó Porfirio Díaz para generar, transmitir, distribuir y comercializar la energía eléctrica en el Valle de México y más adelante en algunos estados.
Pero en 1960 López Mateos apostó por su nacionalización para llevar electricidad a todos los hogares.
Este hecho también fue festejado por los mexicanos y Adolfo López Mateos sigue siendo hasta hoy, uno de los presidentes más queridos y respetados de la historia.
Es importante subrayar que en ambos casos no sólo se expropió sino que se nacionalizó a las empresas. Es decir, se convirtieron en mexicanas porque eran propiedad de extranjeros.
Este lunes, vapuleado y aún colérico porque su reforma eléctrica no pasó, el presidente López Obrador anunció que nacionalizaría el Litio porque se ha convertido en el mineral más codiciado por las grandes potencias y empresas trasnacionales.
Y ayer mismo los diputados de Morena aprobaron por abrumadora mayoría la iniciativa de reforma a la Ley Minera para nacionalizar la exploración, explotación y aprovechamiento del Litio, sin las molestas trabas de sus opositores que abandonaron el salón de sesiones mientras escuchaban ¡el Litio es nuestro!
¿Y qué pasó?
Que la noticia no causó ningún revuelo; nadie a excepción de los morenos la festejará y López Obrador se convertirá en la botana mundial por una simple y sencilla razón: porque no se puede nacionalizar algo que es nacional.
Hasta hoy no se sabe de ninguna empresa extranjera que sea dueña de los activos del Litio y esté controlando el mineral.
Pero una vez que se aprobó su “nacionalización” los diputados morenos entonaron no el Himno Nacional, sino el “Cielitio (sic) lindo”.
Si a cursis no hay quien les gane, a bueyes menos. Sólo a ellos se les ocurrió nacionalizar un mineral que por estar bajo la tutela del Estado mexicano, es cien por ciento nacional.
¿Así, o los quieres más zopencos, lector?