martes, noviembre 5, 2024

Ultrajes a la sociedad, balazos no abrazos

Jesús J. Castañeda Nevárez – jjcastaneda55@gmail.com

El pasado viernes 22 de abril 2022 me estacioné a unos metros de la entrada a la USBI en Xalapa la Capital de Veracruz; es un tramo de calle de unos 50 metros con 3 carriles en el margen de entrada y 2 en el de salida; siempre se han estacionado vehículos liberando un carril de cada lado, suficiente por el escasísimo tránsito vehicular que ocurre en ese tramo.

Por la fuerza de la costumbre no reparé en un anuncio de “no estacionarse”, pero tampoco iba a permanecer mucho tiempo en el sitio y sólo estaba charlando con otra persona a 3 pasos del vehículo. De pronto alcancé a ver de reojo un movimiento a mis espaldas y al voltear vi un hombre enganchando mi vehículo y de un brinco me interpuse entre mi vehículo y la grúa suponiendo que se detendría, pero la sorpresa es que, si no salto hacia atrás justo a la plataforma de la grúa, me habría prensado mis piernas y sin duda habría sido una desgracia que poco o nada le importaba al tipo.

Un oficial de tránsito rápidamente llenaba una infracción sin mirarme sólo repitió que “estaba estacionado en un lugar prohibido”. Dame mi infracción –le dije-, pero mi coche no te lo llevas. Ambos me ignoraron y continuaron con su tarea. Viendo la velocidad a la que sucedían las cosas, de un brinco me coloqué debajo de la grúa, dispuesto a no moverme de allí, pero al escuchar el ruido del motor reaccioné y quité la llave para evitar que se fueran con mi vehículo.

Lo que siguió es para una reflexión obligada, porque de pronto surgieron personas que se enfrascaron en una discusión con el uniformado y con el operador de la grúa; hombres y mujeres que les gritaban insultos y se retiraban. Otras personas sólo miraban; mis familiares que me acompañaban observaban nerviosos y de alguna manera trataban de convencer a los actores a que se resolviera el problema, lo cual era sencillo: dar la infracción y dejan libre el vehículo.

Llegaron 5 patrullas, una veintena de uniformados con armas largas que me rodeaban intimidantes; yo preguntaba quién sería el responsable de tan espectacular operativo en contra de un adulto mayor que simplemente reaccionó en defensa de un atropello de un particular (operador de la grúa) avalado por un oficial de tránsito, como una acción de delincuencia organizada.

Como ciudadano de nada te sirve tener la razón, los uniformados no la entienden, pues hablaban del Reglamento de Tránsito y yo les hablaba del Artículo 16 de la Constitución; pero en realidad ellos no atienden razones, salvo la tarea que les encargaron sus superiores y que tiene que ver con dinero y más dinero en la forma que sea.

Exigir el respeto a los derechos humanos y a los derechos constitucionales y que se me entregara mi infracción para que procediera a pagarla sólo chocaban con el argumento de que “ya estaba enganchado y había que pagar”. Los uniformados se movían en el lugar, hablaban entre ellos, hacían llamadas, mientras que otros vecinos aprovecharon para quejarse sobre lo injusto de la prohibición por ser un espacio con el mínimo de circulación y el daño que se había ya ocasionado a visitantes y a personas que acuden a la USBI a practicar algún deporte; mientras tanto yo seguía intentando hablar con algún oficial de mayor rango sin conseguirlo. Todo era desordenado.

De pronto me dicen que “no cobrarán lo de la grúa, pero la infracción sí” y una oficial se me acercó y preguntó si yo tenía las llaves, le dije que si y ella extendió su mano solicitando se las entregara y yo se las di suponiendo que procederían a bajar mi vehículo, pero no ocurrió así, enseguida la grúa salió disparada con mi vehículo.

El coraje, la frustración y la impotencia se diluyeron cuando llegué a la Dirección de Tránsito para encontrar muchas personas atropelladas de la misma forma; pero algunas con un problema mayor, pues el requisito para la liberación del vehículo es que acuda el dueño y acredite la propiedad. Quienes vinieron de paseo y con un auto de algún familiar se arrepintieron de todos sus pecados y seguramente se fueron de Xalapa maldiciendo haber venido y dispuestos a pregonarlo a los 4 vientos y jamás volver.

Que por el pago de la infracción la Dirección de Tránsito no te de ningún comprobante fiscal y el recibo que te dan te lo quiten para extenderte la “liberación” y que en el corralón por el pago del “arrastre” tampoco te den Factura Fiscal, agravan la percepción de haber caído en las garras de una mafia que actúa completamente en la ilegalidad e informalidad disfrazados de lo contrario y amparados por el gobierno.

Las grúas y el daño a los veracruzanos era un cáncer del pasado, pero sigue vigente ahora con una nueva versión, revisada, corregida y aumentada. Porka Miseria.

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