lunes, noviembre 4, 2024

AMLO desprecia a Biden y vuelve a apostar por Trump

Serpientes y Escaleras

Salvador García Soto

Afecto a vaticinar sobre resultados electorales —”les vamos a ganar por paliza”— López Obrador no sólo apuesta por que su partido ganará las elecciones presidenciales de 2024 y de paso las estatales de este año; el presidente mexicano también está apostando anticipadamente por las elecciones que habrá en Estados Unidos, tanto las del Senado en noviembre de este año, como la sucesión presidencial en la Casa Blanca que coincidirá con la de México dentro de dos años, y en donde, por segunda vez, el tabasqueño redobla su apuesta en favor de un regreso de su añorado Donald Trump.

Los cálculos y proyecciones que hacen en Palacio Nacional sobre los comicios estadounidenses, los tienen convencidos de que, primero en los 34 escaños que se renuevan en el Senado el 8 de noviembre de este año y luego en las votaciones presidenciales de 2024, un regreso con fuerza del “trumpismo” es el escenario más seguro, ante los elevados niveles de inflación que ya alcanzan niveles históricos y han encarecido la vida de los estadounidenses, la contracción económica de 1.4% en el primer trimestre de este año y, sobre todo, por el debilitamiento de la imagen del presidente Biden ante la invasión rusa a Ucrania en la que, por más sanciones y discursos, el inquilino de la Casa Blanca no ha podido evitar que Vladimir Putin se salga con la suya.

En las estimaciones de López Obrador y sus asesores, el desgaste y debilidad de Biden y las complicaciones económicas, primero por la crisis del Covid y ahora por la guerra en Ucrania, están siendo el factor clave para que el discurso incendiario de Trump vuelva a tomar fuerza en el sistema estadounidense y reactive su base de votantes de 74 millones que lo apoyaron en 2020 —14 millones más de los que votaron por él en 2016—, con los que los republicanos bien podrían ganarle a los demócratas la mayoría de escaños en el Senado en las próximas votaciones, lo cual, de ocurrir, sería el primer paso para un eventual regreso del magnate a la Casa Blanca dentro de dos años.

Ese escenario —que no es exclusivo de López Obrador y de sus asesores, sino que empieza a permear cada vez más en los círculos políticos de los Estados Unidos— junto con un desprecio personal que tiene por el Partido Demócrata, explicarían la actitud del tabasqueño hacia el presidente Joe Biden a quien, por el lado institucional acuerda con él y le garantiza el apoyo de México en temas migratorios y de seguridad, pero por el lado político lo desafía y rechaza sus presiones y “sugerencias” de modificar su fallida Reforma Eléctrica o le condiciona incluso su asistencia a la Cumbre de las Américas por defender la presencia de dictadores como Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel o Daniel Ortega en el foro continental que se realizará en Los Ángeles en junio Próximo.

Biden no es Trump y AMLO lo sabe; por eso su actitud y posiciones hacia el demócrata son cada vez más desafiantes y están muy lejos del respeto y, en algunos momentos, hasta sumisión que le mostró al magnate en los cuatro años de su mandato. Por ejemplo, ahora, con todo y que ya había confirmado su presencia en Los Ángeles y que hasta había enviado al canciller Marcelo Ebrard a la Casa Blanca, a negociar los términos de su participación en la citada Cumbre de las Américas, López Obrador decidió privilegiar su acercamiento a los países de la izquierda latinoamericana, por encima de la relación con Estados Unidos que es estratégica y vital para México.

Disfrazado de un discurso “incluyente” y de un mensaje en favor de “una nueva política” y de la “unidad de toda América”, el presidente mexicano aboga por tres presidentes indefendibles por sus métodos represivos y autoritarios, y pretende convertirse en el nuevo líder del eje izquierdista de Latinoamérica y en una especie de “puente” entre la administración Biden y los países a los que Estados Unidos mantiene vetados y bajo embargos comerciales.

A pesar de que ya en dos ocasiones el subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidente, Bryan Nichols, ha reiterado que el presidente Biden no invitará a “países que no respetan la democracia” al evento continental del que serán anfitriones, el amago de López Obrador sí representa un golpe para la certeza de la Cumbre de las Américas, por lo que significaría la ausencia de México, pero además al ser secundado por el presidente de Bolivia, Luis Arce, y muy probablemente por Argentina en las próximas horas, la posición mexicana podría terminar convirtiéndose en una amenaza de boicot para la cumbre en territorio estadunidense.

Todo ese juego de invitaciones y ausencias, sumado a su reciente gira por Centroamérica y Cuba, deja en claro que López Obrador ya le tomó la medida al presidente Biden y que, si bien mantendrá una relación cooperativa y cordial en el terreno institucional y bilateral con su administración, en lo personal y lo político, el mandatario de México ha empezado a jugar el juego sucesorio que tanto le gusta, ya no sólo en la política interna, sino también en la próxima sucesión de Estados Unidos.

Y si en la turbulenta elección estadounidense de 2020 López Obrador apostó por la fallida reelección de Donald Trump y lo hizo abiertamente y cuatro meses antes de los comicios, cuando fue a la Casa Blanca en julio a elogiar y llenar de flores al entonces presidente en el Jardín de las Rosas, esta vez, con una anticipación de dos años, el tabasqueño renueva y dobla su apuesta por el regreso del trumpismo, primero al control del Senado y luego, a la Casa Blanca.

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