martes, diciembre 24, 2024

Gandallismo y jutzpá

Tienen razón Macario Schettino y Jorge Castañeda: no tiene ningún sentido discutir a fondo la reforma electoral que envió el Presidente al Congreso. Es una iniciativa muerta. No cuenta con los votos para una mayoría calificada en ambas cámaras. La oposición no cuenta con ningún incentivo para aprobar lo que está proponiendo López Obrador. Máxime cuando los siguen tildando de “traidores a la patria” por haber rechazado la reforma eléctrica. 

 En realidad, como dice Castañeda, la nueva iniciativa de AMLO se trata “de una distracción más del gobierno para enfocar el debate nacional en tecnicismos insignificantes, en lugar de centrarse en el patético conjunto de resultados reales de los ya casi 4 años de gobierno”.  

Así que no me meteré a analizar las propuestas de la iniciativa de AMLO (ya lo hice con la idea de dizque elegir democráticamente a los consejeros del INE y los magistrados del TEPJF que puede leerse aquí: https://www.excelsior.com.mx/opinion/leo-zuckermann/que-descaro/1507721) . Lo que me interesa es subrayar el gandallismo y jutzpá de la iniciativa presidencial. 

Empiezo con el gandallismo, una palabra que no existe en español según la Real Academia de la Lengua Española. Se trata de un mexicanismo que significa “abuso o tendencia a abusar de su fuerza física o su autoridad para sacar ventaja de otros”. Algunos de sus sinónimos son “ventajoso, abusador, abusón, prepotente”. 

La reforma propuesta por AMLO es la de un gandalla que abusa de su poder para dejar afuera a los que no piensan como él. Ni quiere ni pretende negociar con la oposición las reglas del juego democrático. Recordemos que ésa ha sido la tradición de las reformas políticas-electorales desde los años noventa: que todos los jugadores diseñen y definan, por consenso, las instituciones que permitan una competencia justa y plural; un juego que cualquiera pueda ganar y exista alternancia como ha sido el caso en México desde 1997. 

 Todo lo contrario en este caso. El gandalla quiere quedarse con todo: las instituciones electorales y ambas cámaras del Congreso. De prosperar, cosa que no ocurrirá, el Presidente controlaría las autoridades electorales y, el próximo Ejecutivo, el Legislativo con súper mayorías para reformar la Constitución. 

 Sin recato, AMLO ambiciona inclinar la cancha a favor de López Hernández, Sheinbaum o Ebrard para ganar la Presidencia en 2024 y no enfrentar ningún tipo de oposición en el Congreso. Así se coronaría la llamada “Cuarta Transformación”, que para ellos es una revolución, y, como decía Bertrand de Jouvenel: “Las revoluciones o sirven para concentrar el poder o no sirven para nada”. 

 En la mejor tradición mexicana, AMLO quiere agandallarse de las instituciones para así concentrar su poder y el de sus sucesores. Por cierto, el agandalle político denota una actitud del que se siente débil y quiere abusar para prevalecer. ¿Tan débiles se sienten los de la 4T rumbo al 2024 que tienen que recurrir al agandalle de las instituciones? 

Paso a la segunda palabra que no existe en español. Viene del yiddish y también se usa en el inglés de Estados Unidos. Me refiero a jutzpá. Se trata de una mezcla de significados que incluyen “audacia, insolencia, atrevimiento, descaro, desfachatez, desvergüenza, agallas increíbles, presunción y arrogancia”. La actitud de alguien que está dispuesto a hacer todo para salirse con la suya. En este sentido, hay jutzpá buena y jutzpá mala, dependiendo el objetivo. 

 La iniciativa de AMLO es de la segunda. Estos señores llegaron al poder, y cada vez tienen más, gracias a las reglas electorales actuales. 

 Ahora, con descaro, desfachatez y desvergüenza, proponen modificarlas para evitar la alternancia porque, como claramente ha dicho el Presidente, hay que evitar, a toda costa, que se echen para atrás las acciones de su gobierno; que en el futuro nadie pueda cambiar la política social, el sistema de salud o privatizar algunas de sus obras emblemáticas como el Tren Maya, por ejemplo. 

Pero la democracia sirve para modificar las cosas que no están funcionando. Si una mayoría de votantes piensan que es hora que el erario deje de perder dinero subsidiando un tren y es mejor que lo tome la iniciativa privada, ¿por qué no permitirlo? Pues por la arrogancia de sentirse la última Coca-Cola en el desierto. Esto justifica, para ellos, el atrevimiento de cambiar las reglas político-electorales con el fin de desaparecer a los que piensan y tienen soluciones diferentes. Un típico caso de jutzpá de la mala. 

otros columnistas