Juegos De Poder
Leo Zuckermann
Ha ganado Gustavo Petro las elecciones presidenciales en Colombia. El momento en la nación sudamericana me recuerda mucho cuando López Obrador triunfó aquí en México. No sólo había una gran alegría de los ganadores, sino que las expectativas eran enormes. Llegaba la izquierda al poder y se prometía una transformación de dimensiones históricas.
La realidad es que ambas sociedades (México en 2018 y Colombia en 2022) quedaron muy divididas después de las elecciones. Un segmento apoyaba el ambicioso proyecto de cambio. Otro tenía dudas extremas del personaje que llegaba al poder.
El primer discurso de AMLO después de su victoria apuntaba a un Presidente que trabajaría a favor de la unidad nacional. No más divisiones. Ya sabemos qué ocurrió. López Obrador siguió polarizando como parte de su estrategia política. Ahí seguimos.
Las primeras señales de Petro en Colombia han sido también por el fin de la división. A ver si lo cumple.
Por lo pronto, a diferencia de AMLO, el nuevo presidente colombiano no tendrá una mayoría en el Congreso que apoye su agenda de gobierno. Petro, en este sentido, tendrá que negociar con la oposición. Deberá hacer el tipo de política propia de un gobierno dividido en una democracia. Quid pro quo. Aceptar que les cambien muchas comas a sus propuestas legislativas.
Aquí en México, en cambio, con la cómoda mayoría legislativa que obtuvo en su primera mitad del gobierno, López Obrador se pudo dar el lujo de que no le modificaran ni una coma a sus iniciativas. No entendió que después de las elecciones intermedias había perdido la mayoría calificada y así recibió su primer revés legislativo con la reforma constitucional en materia eléctrica.
Similitudes y diferencias aparte, el tema de fondo es que la izquierda en América Latina tiene que producir buenos resultados de gobierno si es que quiere permanecer en el poder. Insisto: si algo comparten Petro y AMLO son que llegan y llegaron al poder con expectativas enormes.
En el caso mexicano, los resultados han sido francamente malos. Nuestra economía dejó de crecer producto de la desconfianza empresarial a los dichos y hechos del nuevo Presidente. La violencia nunca pudo solucionarse como se había prometido. La salud y educación públicas sufrieron deterioros importantes.
Los malos resultados de gobierno se han compensado con un Presidente muy popular que es un genio comunicativo. AMLO ha sido capaz de desviar la atención de los problemas, vender la idea que él es diferente a los políticos del pasado y mantener la esperanza que viene una transformación profunda de la realidad. Le han ayudado, para compensar los malos resultados, los miles de millones de pesos anuales de transferencias en dinero contante y sonante de los programas sociales.
Este modelo es sostenible gracias a un político de las características y del calibre de López Obrador. Pero, quitando a AMLO de escena, la ciudadanía eventualmente demandará mejores resultados de gobierno. No hay manera de aguantar una mala economía, inseguridad perpetua y pésimos servicios públicos otro sexenio más, sobre todo si en la Presidencia no hay un personaje que se asemeje a López Obrador.
También le ha ayudado al gobierno mexicano la debilidad de la oposición actual. Los fracasos del gobierno no los capitaliza nadie. Es una condición extraordinaria que, por definición en una democracia, es temporal. Siempre acaba apareciendo alguien que desafía a un mal gobierno.
Regreso a Petro. La tiene muy difícil. No sé, después de las elecciones, cómo haya quedado la oposición en ese país. Lo que sí sé es que, a diferencia de AMLO, tendrá que remar a contracorriente con el Poder Legislativo. Deberá demostrar sus dotes negociadoras si es que realmente va a producir cambios sustanciales que generen buenos resultados para la sociedad.
Sí, una ola rosa recorre América Latina. El electorado le está ofreciendo su confianza a las opciones de izquierda. Toca que estos gobiernos produzcan buenos resultados de gobierno. Demuestren que pueden hacer crecer la economía y redistribuir el ingreso. Que pueden pacificar a naciones con altos niveles de violencia. Que son capaces de ofrecer buenos servicios de salud y educación públicas. Y hacerlo con menos corrupción que sus antecesores. Si no logran hacerlo, y los resultados son decepcionantes, la siguiente ola en la región será de la derecha. O, peor para los países, de populistas demagogos con toda la intención de desmantelar las instituciones de la democracia liberal.