Cuando en 1987 se acercaba el momento del esperado “destape” de quien sería el abanderado priista a la presidencia de la república, le correspondía al presidente Miguel de la Madrid señalar al escogido y para concretar ese propósito ideó una inédita manera de hacerlo: formular una lista de 6 candidatos en potencia y muestrearlos ante la opinión pública: allí figuraban el Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, el Jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Aguirre, Sergio García Ramírez, Procurador de Justicia, Carlos Salinas de Gortari, Secretario de Programación y Presupuesto, Alfredo del Mazo, Secretario de Energía y Minas y Miguel González Avelar, Secretario de Educación, tal hizo movido por las exigencias de la ya formada Corriente Critica que exigía democratizar hacia la militancia la selección de los candidatos del PRI. Ya sabemos que el elegido fue Salinas de Gortari quien formalizó la llegada de “los tecnócratas” al PRI con la percepción al interior de su militancia de desplazar a los “políticos” de las directrices priistas. Ese fue un momento de inflexión priista consolidado en la elección de 1988. Aunque las circunstancias, los tiempos y los personajes son muy diferentes, lo que ahora hace el presidente López Obrador se asemeja a aquella pasarela haciendo que sus “corcholatas” participen abiertamente en eventos políticos para “muestrearse”, en abierta violación al marco normativo electoral vigente, cosas del estilo personal de cada gobernante, pero análogo el hecho de que sigue siendo el presidente quien decide la candidatura, igual que antaño en el PRI. Con este procedimiento, quiere el presidente semblantear el desempeño y desarrollo de cada uno de estos actores para de esa forma normar criterios y decidir en consecuencia. “Vamos a ganar” si no nos dividimos y peleamos, dijo Ebrard, en clara referencia a los dados cargados que se avizoran en este juego, su expresión fue sin duda debidamente registrada en palacio nacional. Ya veremos cómo evoluciona el método de esta renovada pasarela y si tendrá consecuencias semejantes a aquella sorpresiva elección de 1988, precedida, como ahora, de una acentuada crisis inflacionaria.