Más que acreditada está la compulsión del régimen de la mal llamada “cuarta transformación” por revisitar el conocimiento científico y académico para acomodarlo a sus prejuicios y taras ideológicas.
El desmantelamiento del Centro para la Investigación y Docencia Económicas (CIDE) –institución que fue de excelencia y contra la cual el actual régimen ha actuado con particular saña, con todo y que muchos de sus alumnos y profesores apoyaron en 2018 a López Obrador- ha sido la punta de lanza de una increíble andanada anticientífica para imponer visiones anacrónicas, ideologizadas e inmensamente obcecadas y radicales del quehacer académico.
Esas posturas pasan invariablemente por el autoritarismo ramplón y los ataques sistemáticos a la libertad de cátedra cuando se manifiestan ideas que no se ajustan a la nueva versión oficial de la “verdad científica”, como ha sido el caso del propio CIDE y de otras instituciones donde la represión a quien disiente del pensamiento único es notoria y aberrante.
En este mismo espacio fue referido la semana pasada el caso de El Colegio de Veracruz, donde su neomoreno rector Mario Raúl Mijares Sánchez, agredió a tres académicos en redes sociales por disentir con ellos, en lugar de debatir los puntos de vista que expusieron durante un conversatorio celebrado en sus instalaciones para “celebrar” el vigésimo de la institución, reducida hoy a un triste y trasnochado reducto de adoctrinamiento lopezobradorista.
La conducta intolerante de Mijares Sánchez provocó la renuncia a la institución de dos de los agredidos, los filósofos Julio Quesada y Adolfo García de la Sienra –a quienes el rector impuesto por Cuitláhuac García tildó de “patriarcas de la falsa consciencia”-, y la cancelación de una conferencia que el académico de El Colegio de México y doctorado en Oxford, Francisco Gil Villegas, impartiría el próximo 8 de julio. “No deseo una confrontación con actitudes anti académicas como las que tuvo recientemente Mijares y tampoco me parece conveniente convalidar esas actitudes con mi participación en los actos mencionados”, manifestó al informar de su declinación.
Sin embargo, la voz cantante de esta regresión antiacadémica -una más entre todas las regresiones que ha provocado la “4t”- la lleva la directora del Conacyt, María Elena Álvarez Buylla Roces, quien a nivel federal es la responsable del desmantelamiento del sistema de investigación educativa superior de excelencia que costó décadas construir, y al que ataca desde un fanatismo radical contra todo lo que desde su limitada y resentida perspectiva le suene “privatizador”.
Son tan grandes los prejuicios de Álvarez Buylla –los cuales no le impidieron recibir en 2017 el Premio Nacional de Ciencias de manos de Enrique Peña Nieto, claro- que afirmó que existen muchos posgrados de “cuestionable calidad” y que áreas como administración, finanzas, mercadotecnia y comercio internacional fueron favorecidas de manera indiscriminada, así como ciencias ambientales y sustentabilidad, “con un enfoque muy privatizador”.
Si Álvarez Buylla ya había convertido al Sistema Nacional de Investigadores y a los centros públicos de investigación en una agencia de colocaciones de intereses políticos y cofrades de militancia, su nueva “estrategia” es aplicarles la misma lógica clientelar con la que el gobierno al que sirve mantiene la adhesión de buena parte de la población.
La directora del Conacyt anunció las nuevas directrices para el otorgamiento de becas del organismo, para las cuales “ya no existirán más indicadores cuantitativos, productivistas y excluyentes, y tampoco evaluaciones tortuosas y burocráticas que nos desvíen de lo importante”.
Las implicaciones de esta decisión son monstruosas. Sin indicadores ni evaluaciones, el otorgamiento de los recursos para investigación y el acceso a los estímulos académicos quedará sujeto a (la falta de) criterio del Conacyt, que con ello simple y llanamente renuncia a hacer ciencia, pues sus directivos decidirán qué sí lo es y qué no. Por sus reverendas gónadas.
O dicho de otra manera: bienvenidos a la era del abaratamiento del conocimiento, de las becas por “dedazo” y de la entrega de recursos para proyectos solo a los “fieles” de la “4t” y a quienes acepten sin chistar sus fantocherías, su cerrazón ideológica y sus delirios pseudocientíficos.
El reino de la mediocridad, por si alguna desgracia le faltara a este país. ¿Se atreverá la comunidad científica y académica a hacer algo?
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