Juegos de Poder
Leo Zuckermann
Otra vez, por fortuna, servidores públicos privilegiaron los intereses del país sobre los de su jefe, el Presidente, evitando una situación potencialmente desastrosa.
Durante más de tres horas, Trump se rehusó a dispersar a los manifestantes, quienes, al final, marcharon al Capitolio para tomarlo de manera violenta. Muchos trumpistas iban armados ese día. Llegaron al edificio del Congreso, entraron violentamente y suspendieron las sesiones en ambas cámaras. Las escenas le dieron la vuelta al mundo. Algo nunca visto en Estados Unidos. Murieron cuatro personas.
En la Casa Blanca, Trump estaba desesperado y furioso. Quería que el vicepresidente Mike Pence, en su calidad de presidente del Senado, interviniera activamente para evitar la certificación de la elección. Sin embargo, Pence se negaba a hacerlo. Por tal motivo, los sediciosos lo buscaban para hacerle daño. Trump, según testimonios de esta semana en el Congreso, estaba de acuerdo con que los manifestantes castigaran al vicepresidente.
Hoy se sabe que Trump quiso ir con los sediciosos a tomar el Capitolio. Fue su abogado, Pat Cipollone, el que se lo impidió. Si vas, le dijo, te van a perseguir judicialmente por todos los crímenes imaginables. No fue. Pero sus fanáticos sí asistieron poniendo en peligro la certificación de la elección presidencial y la vida de representantes, senadores y del mismísimo vicepresidente.
Lo increíble de esta historia es que Trump sigue siendo el líder indiscutible del Partido Republicano en Estados Unidos. Un individuo que desconoció los resultados de una elección sin presentar ni una sola prueba de la existencia de fraude. Que inspiró y apoyó un acto de insurrección en el que quiso participar directamente. Hoy, el sedicioso tiene buenas probabilidades de volver a competir en las elecciones presidenciales de 2024. No lo deberían dejar competir por su deslealtad con las reglas de la democracia liberal.
Twitter:@leozuckermann