No encuentro la razón de burlarme del hijo del presidente por su aspecto. No me parece chistoso si está gordo o flaco, alto o bajo de estatura o si se parece a su papá o al tío. Son de las cosas que realmente no me interesan.
Si es feo o guapo, si el muchacho es inteligente o está pasando por una adolescencia complicada, de verdad, les puedo asegurar que pocas cosas me importan menos. Pero, en fin, es el hijo del presidente y es, supongo, uno de los pocos inconvenientes de serlo.
Otros niños en México no son tan afortunados, muchos, algunos miles, han muerto porque al papá se le ocurrió que era buena idea acabar con la corrupción de las farmacéuticas a costa de sus vidas. Por desgracia no acabó con la corrupción, no hay nadie preso ni indiciado, es más, en la distancia del tiempo, parece que todo fue solo un capricho presidencial que costó la vida de muchos niños y niñas.
Algunos otros han sido víctimas de la violencia terrible que vivimos en nuestro país, de la cual el presidente solo se ríe burlonamente cuando observa que las masacres siguen apareciendo a ocho columnas en la prensa nacional, creyendo que la victima es él, siempre él.
Otros niños vieron anulado su futuro al ser canceladas las escuelas de tiempo completo. Escuelas donde, por cierto, muchos de los niños recibían la única comida caliente que tenían en todo el día.
Algunos niños simplemente ya no tienen el cuadro básico de vacunación, pero eso ya no importa, ya habrá tiempo de atenderlos en un sistema de salud que será algún día como el de Dinamarca, pero de momento solo existe en la imaginación del presidente, porque el Seguro Popular fue cancelado.
Burlarme de un niño que es hijo del presidente me parece una canallada ruin y baja, como lo fue cuando sin deberla ni temerla a las hijas de otros presidentes les decían putas y todo era risas y solaz diversión que se justificaba porque eran las hijas del presidente.
Yo no me burlo del hijo del presidente, es asunto suyo y de sus padres si el niño toma whiskis de miles de pesos la botella o coñacs de edición especial mientras fuma habanos felizmente. Supongo que con los doscientos pesos que trae el papá en la cartera le alcanza y sobra para esos sibaritas gustos.
No me da risa si el niño baila gozoso reggaetón en la casa de millones de dólares que su hermano tiene en Houston y que era de uno de los contratistas favoritos de Pemex. Realmente no me parece gracioso. El niño al ser menor de edad no es responsable de delito alguno que haya cometido su papá o sus hermanos.
Después de todo, el niño solo tiene que sufrir uno de los pocos inconvenientes que tiene el ser hijo del presidente de México. ¡Válgame! Un inconveniente por mil privilegios, creo que es soportable.
Yo no me burlo del niño.
No tiene sentido burlarme cuando los burlados somos todos.
Al final, los niños y niñas con cáncer seguirán sin sus medicinas, las masacres donde matan niños seguirán ocurriendo, los bebés seguirán sin su cuadro básico de vacunación.
Y los whiskys de miles de pesos, las botellas de coñac y los bailes en las casas de Houston también.
Tengan para que aprendan, diría su papá.
Jorge Flores Martínez
Twitter: @jorgeflores1mx