viernes, abril 19, 2024

Sin sorpresas, los estados; ¿el fin de Cabeza de Vaca?

Las elecciones de ayer domingo resultaron totalmente predecibles de acuerdo con las encuestas: cuatro en poder de Morena (Oaxaca, Quintana Roo, Hidalgo y Tamaulipas) y dos para la Alianza Va Por México (Aguascalientes y Durango). El estado que pudo haber hecho la diferencia y haber empatado 3-3 en los resultados de las seis entidades en disputa fue Tamaulipas, pero al final no sucedió. Y aunque aún vendrán las inconformidades y denuncias postelectorales, lo que quedó claro en estos comicios es que, a la oposición, por más alianzas y esfuerzos que hacen, no les alcanza todavía para derrotar a Andrés Manuel López Obrador.

Porque, más que Morena, quien sigue ganando elecciones es el presidente, su imagen y sus apoyos sociales y económicos —con el uso del aparato y los recursos del Estado como programas de voto clientelar—, que está demostrando ser una maquinaria electoral efectiva, capaz de garantizar el triunfo aun a candidatos anodinos y sin carisma por el puro efecto de la aprobación presidencial. La alianza opositora funciona y prueba de ello es que logró rescatar dos gubernaturas, una para el PAN y otra para el PRI, pero el entramado político-electoral que está construyendo López Obrador, cada vez se parece más al viejo aparato de la era priista.

Y aun cuando en algunos estados en los que arrasó Morena también haya que considerar el papel de al menos tres gobernadores que no metieron las manos y si las metieron lo hicieron para ayudar al partido de López Obrador (y algunos para asegurar su embajada o consulado) es innegable que el actual partido gobernante se consolida como la fuerza política dominante, que gobernará ya 20 estados de 32 de manera directa y otros dos a través de aliados, es decir 70% de la República.

Tres de sus cuatro triunfos de ayer fueron de calle para Morena, pero el que se le complicó sobremanera y todavía anoche no lo reconocía el PAN, fue Tamaulipas. De haber arrancado con más de 20 puntos de diferencia, su candidato Américo Villarreal se vio impactado por el escándalo de los financiamientos millonarios que recibió su hijo de parte del empresario huachicolero asesinado, Sergio Carmona, además de la operación de Estado que emprendió el gobernador panista Francisco García Cabeza de Vaca, con todo y el uso político de la fiscalía para perseguir a alcaldes y diputados morenistas, para tratar de empatar y rebasar al candidato guinda.

Cabeza de Vaca se jugó su resto, a sabiendas de que del resultado de esta elección de ayer dependía completamente su futuro político: si ganaba y derrotaba a la 4T de López Obrador se convertía automáticamente en el aspirante mejor posicionado en el PAN para la sucesión presidencial del 2024; y si perdía quedaría a merced de lo que decida el próximo miércoles la mayoría de ministros de la Primera Sala de la Corte, cuando discutan y voten si el fuero constitucional del gobernador de Tamaulipas sigue vigente o si ya fue eliminado por la mayoría de la Cámara de Diputados, y así se decida si termina su gubernatura en septiembre de este año, o si antes de terminarla pueden detenerlo por la orden de aprehensión en su contra de la Fiscalía General de la República.

Los casi 9 puntos que separan al candidato de Morena, Villarreal, del segundo lugar del panista César “El Truco” Vérastegui, harán muy difícil las impugnaciones que pueda hacer la Alianza Va Por México, que anoche todavía no reconocía su derrota en Tamaulipas e incluso hablaban de una victoria. Pero más allá de la guerra de cifras, lo que empieza a quedar claro es que se acerca la hora de las definiciones para el gobernador Cabeza de Vaca. Su derrota electoral no sólo lo aleja del sueño presidencial del 2024, sino que lo acerca cada vez más a un final incierto, que puede llegar hasta septiembre o antes, pero definitivamente termina en este año.

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