“Una década sin Carlos Fuentes (1928-2012).”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Alrededor de una historia novelada en muchas ocasiones lo que menos importa es lo que va sucediendo al exterior de lo narrado, es decir, los hechos concretos. Por el contrario, existen novelas donde lo importante es lo que llamaré “sentimientos subterráneos”, estos sentimientos pueden ser producto de ideas claras, conscientes, o causados por dudas e incertidumbres que en muchas ocasiones provienen del inconsciente. Esta sensación de pensarnos a nosotros mismos, pensar y repensar nuestra naturaleza; vida, niñez, juventud, adultez, vejez, muerte, es una condición inherente en el hombre, la forma puede ser distinta, pero, todos en algún momento vivimos este tipo de impresiones. Carlos Fuentes aborda esta humana temática en la novela: “Una familia lejana”, donde si bien hay toda una historia estructurada, desde un análisis personal considero que debemos reflexionar sobre el mundo subterráneo de la novela.
La historia se desarrolla entre México y Francia, los personajes centrales son el Conde Branly, Hugo Heredia quien es padre de Víctor Heredia, Jean fue el que presentó a los anteriores personajes, un dato importante es que Carlos Fuentes ingresa como protagonista en la historia, ya que su amigo Branly es quien le cuenta la amistad y vivencias que tuvo con los Heredia tanto en México como en Francia. A partir de estos principales personajes aparecerán otros, algunos fundamentales como Víctor Heredia el francés y su hijo André, y explicando la forma de la aparición de Víctor Heredia el francés, podremos comprender el punto de partida de la trama y el surgimiento y desarrollo de historias entrelazadas, muertes, relaciones, enigmas, etc.
Hugo Heredia es un arqueólogo mexicano, su esposa e hijo mayor murieron en un accidente, esto ha hecho que con su único hijo vivo tenga una estrecha amistad, convivan mucho, a esto hay que agregarle que tienen una costumbre de viajar constantemente y a cada lugar que llegan comparten el interés y a la vez el juego, de buscar en los directorios telefónicos nombres homónimos, la regla consiste en que el primero en encontrar su homónimo gana la apuesta y recibe un premio, se han encontrado con Víctor Heredia de Monterrey, de Guadalajara, en algunas ocasiones el padre ha ganado y encontrado su otro yo llamado Hugo Heredia, y estando en París, en casa del Conde Blanly, encontraron en el directorio a Víctor Heredia, sí, existía también un Víctor Heredia ahora francés.
En la historia lineal, externa, los personajes irán en busca de ese Víctor Heredia, sucederán muchas cosas que sí tienen importancia, no obstante, sugiero conforme se avance en la lectura se tenga cuidado, porque en cada paso los personajes buscan identidad, y existe una permanente reflexión sobre el tiempo, la memoria, buscan recordar su pasado para tratar de comprender su presente o explicárselo, y particularmente el Conde Blandy es quien nos adentra a estas reflexiones del subsuelo, ejemplo es cuando comparte sus meditaciones sobre la niñez y la adultez:
“–Tal es la prueba, me dice. De niños legislamos nuestro mundo; en el mundo de los adultos, el mundo nos legisla. La adolescencia es el desafío mezquino que intenta someternos o rebelarnos a la ley de los adultos.
Que los adultos casi siempre venzan, me dice mientras juguetea con el pie de la copa de vino ahora como lo hizo esa tarde almorzando con Víctor, no hace sino aumentar la victoria de quienes mantuvieron la salud que el mundo maduro llama enfermedad: la niñez con sus reinos privativos.
-Ve usted, me dijo durante este largo almuerzo en el club, había una razón detrás de mi cortesía para con los Heredia, no por oscura menos cierta desde que mi segunda conciencia la apadrino a espaldas de mi vigilia. Quería, simplemente, que Víctor me permitiese entrar con él a su infancia antes de que ambos la perdiésemos, él porque iba a crecer, yo porque iba a morir.”
Blandy es un hombre de ochenta y tres años, podría pensarse que es muy entendible que aparezcan en su mente ese tipo de cavilaciones, soliloquios, porque entre más nos acercamos a la muerte por la edad, más dudas se tendrán, posiblemente en algunos casos temores, sin embargo, las reglas del juego son claras, nacemos con la finitud asegurada y a pesar de saber que el tiempo es limitado, si lo pensamos sinceramente podremos aceptar que nos pasamos la vida evitando enfrentarnos con nuestros pensamientos y evadimos el tema de la finitud, aclarando que no se trata de estar piense y piense en la inevitable muerte, pero a determinada edad debería ser un tema que pensemos con claridad, con objetividad, ¿qué ganamos? La posibilidad de entender y aceptar a cabalidad las reglas del juego y jugar mejor nuestra partida.
De antemano, sé que enfrentarnos a nosotros mismos y enfrentar la realidad tal cual, no es fácil, se requiere un espíritu equilibrado, juicioso, claro, lúcido, esto incluye una seria educación, empero, estas lecturas sirven para tener este tipo de reflexiones, y algo mejor aún, la literatura nos da la posibilidad de expiar o mínimo ordenar nuestros temores, dudas, comprender nuestro pasado, entender el rol individual, familiar y social de nuestro presente, sólo bastaría Kantianamente preguntarnos: “¿Qué es el hombre? ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar?”
Lo anterior me lleva a afirmar que soy un hombre que duda, duda en el sentido cartesiano y en el sentido sentimental, el que más me puede es el sentimental, porque, aunque la razón es poderosa, clara, puntual, y ya me dictó quien soy, más o menos me enseña qué puedo conocer, y moralmente sé qué debo hacer día a día, la razón pura me dice que puedo esperar muy poco, o tal vez, casi nada, y aunque esta sensación desconcierta, provoca un vacío, un sentimiento oceánico, la misma razón le dicta a mis sentimientos que lo único que puedo hacer y debo hacer es amar, entregarme a mi causa, y la causa por naturaleza humana tiene que estar al lado de los otros, es decir, al lado de mi familia, una ya la siento como los personajes de la novela; muy lejana, sólo forman parte de la memoria, ejemplos: Marduck, Julio Cesar Mtz, otra la encuentro distante, ya sea por la dureza del paso de los años, la distancia, y otra que motiva e incentiva mi vida la encuentro cercana, muy cercana, Rosy, Grecia, amigos, de esta familia cercana tengo que abrazarme, si todo sale bien, con ellos viviré, envejeceré, y moriré, deseo así sea. ¿Qué es el hombre? Vida que día a día se va convirtiendo en muerte, pero mientras esta llega, somos parte de una familia lejana, distante y cercana.
Finalmente, “La familia sagrada” es una novela que tiene múltiples lecturas, es un texto complejo, difícil, donde los personajes se transforman, se confunden, aquí sólo he querido reflexionar sobre parte de los temas abordados por el personaje llamado Blandy, como la niñez, la vejez, la muerte, la memoria, los recuerdos, sin embargo, lo importante es acercase a la lectura de manera directa y ya cada quien podrá disfrutarla y sacar sus interpretaciones y conclusiones…
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