En funciones de gobernador el licenciado Rafael Murillo Vidal (1968-1974) argumentaba con mucho rigor que todo gobernador estaba obligado a hacer algo por Xalapa, por ser esta ciudad la capital política de la entidad veracruzana. En base a esa premisa se esmeró por cumplirla con especial empeño y poniendo acción a la palabra apoyó a los ayuntamientos encabezados por el licenciado Otoniel Rodríguez Bazarte, y después el del doctor Pedro Coronel Pérez impulsando obras de gran calado para la ciudad. Antes del periodo de Murillo Vidal, su antecesor Fernando López Arias (1962-1968) había construido el moderno edificio de la Normal Veracruzana y su antecesor, Antonio Quirasco (1956-1962) legó a la ciudad el Museo de Antropología en 1957. Todo dentro de las posibilidades presupuestales, que en aquellos tiempos no superaban los 200 millones de pesos al año. Las huellas del apotegma expresado por Murillo Vidal permanecen incólumes: amplió al ancho actual la ahora avenida Xalapa en el tramo del entonces inexistente edificio de finanzas hasta la glorieta con la avenida Ávila Camacho, previo a esa obra la entrada a la ciudad por su lado norte la avisaban los tumbos del automóvil o autobús al rodar sobre un pavimento plagado de baches en una carpeta asfáltica de solo 8 metros de ancho, el resto de la amplitud era lodo y maleza con pequeñas chozas a los lados. Por pequeña que pudiera parecer la obra de pavimentación de la actual avenida Ignacio de la Llave, en aquellos tiempos constituyó un gran evento festejado de gran manera por los vecinos, porque acortaba sustancialmente el tramo para empatar Ávila Camacho con la carretera “vieja” (Briones) a Coatepec, la única que había. Se diseñó y construyó el magnífico “Paseo de los Lagos” con su entonces emblemática “Casa de Artesanías”, equipada con un salón para eventos especiales. Indudablemente, el trafico citadino en el centro xalapeño sería más complicado de lo que ahora es sin el paso a desnivel bajo el Parque Juárez, una obra que concitó críticas y oposiciones sin fin, superadas por la convicción del servicio que aportaría, se abrió la primera etapa de la actual avenida Murillo Vidal, del Correo a lo que ahora conocemos como el Circuito Presidentes, y qué decir de la construcción de la carretera “nueva” a Coatepec (hoy boulevard), todo un hito en la historia de las comunicaciones de esta capital. Para entrar y salir de Xalapa la referencia eran el Panteón de Palo Verde, al sur-oriente y el Panteón Xalapeño en la parte Norte-poniente. Al gobernador Rafael Hernández Ochoa tocó la construcción de la avenida Américas para dar otra salida hacia la carretera México-Veracruz; a este gobernador corresponde el gran mérito de que tengamos en Xalapa aún arbolada la cumbre del magnífico Macuiltepec, gracias a que circundó su perímetro actual salvándolo de la voraz mancha urbana que ya amenazaba a escalar hasta la cima. Al gobernador Agustín Acosta Lagunes se deben obras de gran calado para esta ciudad capital: la pavimentación de Murillo Vidal, la ampliación a cuatro carriles de la avenida Lázaro Cárdenas extendiéndola hasta el aeropuerto de El Lencero, la pavimentación de la avenida Ruiz Cortines, etc. Sin duda, con sus respectivos matices cada gobernador ha dejado su aporte urbanístico en Xalapa. Pero si de alcaldes hablamos, tenemos que referirnos al entorno actual y las vicisitudes de Ricardo Ahued Bardahuil para cumplirle a los xalapeños en su segundo periodo en esa responsabilidad pública en la cual los avatares de la política lo han colocado. La obra urbanística que logre realizar la administración municipal encabezada por Ahued es un expediente de grandes proporciones, porque por mucho que haga poco se podrá apreciar en lo sustantivo para Xalapa por el severo atraso urbanístico que padece, acaso debido a lo poco que sus antecesores han hecho al no enfrentar con decisión los problemas estructurales, quizás porque no contaron con el apoyo del gobierno estatal o por incapacidad de gestión pública. En su primera oportunidad como alcalde Ahued contó con el respaldo del gobernador Herrera Beltrán, aunque no en la medida que éste proclamaba, por supuesto, pero sirvió para anotar a Ricardo Ahued en la lista de buenos alcaldes. Hombre serio y responsable, este personaje enfrenta ahora el gran reto de superar lo de su primera oportunidad, y no necesariamente porque, quiéralo o no, la circunstancia lo coloca como un precandidato al gobierno estatal, sino porque le ocurre como al torero que en cada tarde protagoniza una faena sin importar la anterior: salir con vida y cortar orejas y rabo. Este larguísimo exordio es para ubicar en contexto las obras de repavimentación simultaneas de pequeños tramos de calles del centro citadino que ha emprendido el ayuntamiento xalapeño, lo que, obviamente, ha levantado un sinfín de críticas y de quejas, tal cual corresponde a una ciudadanía siempre inconforme, pues si no se hacen obras se queja, y si se llevan a cabo le aturden las eventuales molestias que provocan. Pero pensando en frío no hay otro método cuando se busca mejor calidad de vida citadina en una ciudad en donde tiene casi todo por hacer. Son obras necesarias, que, si bien mejorará la imagen de calles céntricas con mejor pavimento, en realidad no resolverán el grave problema urbanístico que padecemos al no contar con vialidades acordes con el crecimiento vehicular y poblacional. Ahued ha ofrecido obras que alivien los inconvenientes del espeso trafico xalepeño, la notable escasez de agua y otros asuntos de índole estructural, bien merece el apoyo ciudadano, y por supuesto el del gobernador Cuitláhuac García porque Xalapa bien vale una misa.