viernes, noviembre 22, 2024

Duarte, un caso de lo enfáticamente prohibido

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El inclemente robo al que junto con su camarilla sometió a Veracruz entero durante casi seis años no concita empatías hacia su causa, pese al drama existencial de su desintegrada unidad familiar. Por tal motivo, cuando Javier Duarte clama por la inocencia de su esposa no se escuchan voces alternas en apoyo a su causa; recuérdese que la señora Macías está acusada de desviar fondos públicos y se encuentra en riesgo de ser deportada de Londres a México para ser enjuiciada en este país. Clama Duarte por la inocencia de su ex esposa y se auto inmola para descargarle culpas, pero se pone la soga al cuello en cada ocasión que discute legalmente en defensa de “sus propiedades”, sin poder explicar el origen bien habido del dinero para adquirirlas. En esas circunstancias poco puede ser el alcance de su pretendida defensa a favor de su ex esposa. Porque los cientos de millones de pesos desviados desde el erario hacia bolsillos particulares representan ahora una onerosa carga que le impide libertad de movimientos para auxiliar a otros involucrados, que formaron legión, por cierto. Sobre cuál será el desenlace final del caso de extradición de la señora Macías no lo sabemos, pero se adivina un patético drama familiar entre los involucrados, nada para deseárselo a ningún prójimo. No obstante, este asunto originado en el desaforado patrimonialismo político debiera servir para desalentar a quienes encontrándose en análogas circunstancias, de Duarte y compañía, para evitar ser sometidos al juicio de la ley. Vale la pena experimentar en cabeza ajena, aunque está plenamente comprobado que el hombre es el único animal “capacitado” para tropezarse más de una vez con la misma piedra. Bueno sería abrevar de la sabiduría milenaria de Solón al proclamar: “Yo bien deseo poseer riquezas, más no las quiero por injustos medios, que viene al fin la merecida pena”. Ni más ni menos.

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