Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal
Uno de los fenómenos televisivos más impresionantes de los últimos años llega hoy a su fin con la conclusión de la docuserie ‘Caníbal: indignación total’, que ha tenido audiencias diarias durante la semana superiores a los 5 millones y medio de personas. El documental, que narra la historia de Andrés Mendoza Celis, un oaxaqueño de 72 años, no es para menos. Durante 30 años fue privando de su libertad a mujeres, destazándolas, comiendo de su carne y regalando, o vendiéndola a decenas, cientos o miles de personas, en un caso también, aunque involuntario, de antropofagia colectiva en Atizapán, donde vivía, que esta serie revivió con sus horrores más profundos.
Mendoza Celis es conocido como el Caníbal de Atizapán, y de su casa las autoridades recuperaron más de cuatro mil restos óseos tras detenerlo y catear su propiedad en mayo del año pasado. No se sabe a cuántas mujeres asesinó y cortó con la precisión del carnicero que fue por largo tiempo, pero cuando lo detuvo la policía les dijo que lo había hecho con dos mujeres cada semana desde 1991, cuando todo comenzó. Ese dato no lo volvió a repetir, pero sobre lo que se ha podido identificar, lo hace el asesino serial más importante en la historia mexicana.
Sus ideas surgieron de la película clásica ‘El silencio de los inocentes’, que se estrenó el 14 de febrero de 1991. El personaje central, que retoma el libro de ficción escrito por Thomas Harris en 1988, es Hannibal Lecter (sir Anthony Hopkins), que se convirtió en el modelo para asesinos seriales, como Mendoza Celis, quien realizó un copycat del sicópata, incluso disfrazándose como Buffalo Bill en el sótano de su casa, otro asesino en serie a quien Lecter ayudó a descubrir.
El documental es un proyecto de la Suprema Corte como parte de un esfuerzo para visibilizar el feminicidio, que encontró extraños obstáculos durante su realización por parte de las autoridades judiciales del Estado de México, que buscaron que no se hiciera. Se entiende ese intento por las deficiencias que había tenido su investigación, expuestas en la serie producida por Javier Tejado, que llegó a la idea de la docuserie cuando su columna de El Universal, donde narraba cómo la familia de su última víctima, no la policía, la encontró 24 horas después de haber empezado a buscarla, reflejó el enorme interés colectivo en el tema.
Las columnas de Tejado suelen tener una lectoría promedio de 40 mil personas, pero, esa en particular, una semana después de la detención de Mendoza Celis, alcanzó una lectoría de 700 mil, 10 veces más que las de Carlos Loret, la pluma más buscada en El Universal. El impacto del tema llevó a Tejado a pensar en un libro, pero durante la investigación descubrió audios y videos, transformando el libro en documental.
El equipo dirigido por Tejado, que investigó el caso para la docuserie, habló con personas y obtuvo información que nunca tuvieron las autoridades de víctimas, vecinos o sus familiares en Oaxaca. Las autoridades quisieron silenciar todo; incluso, cuando entrevistaban a los primeros respondientes de la detención de Mendoza Celis, enviaron a la policía a amenazar a todos y privar de su libertad durante cuatro horas al equipo de producción, policías y bomberos. La intervención de la Fiscalía mexiquense atrasó el documental varias semanas, hasta que la Suprema Corte intervino para que pudieran continuar las entrevistas con los primeros respondientes.
En vísperas de iniciar la transmisión, el alcalde de Atizapán, Pedro Rodríguez, también trató de impedir su difusión, alegando que afectaba el buen nombre de los habitantes del municipio. La realidad era otra. Que no apareciera ligado a Mendoza Celis, que formó parte de su campaña electoral. Mendoza Celis estaba involucrado en cuestiones políticas. Antes de Rodríguez, un priista que contendió por la alianza, era cercano al morenista Celso Domínguez, con quien trató de escudarse cuando la policía lo detuvo.
Las actividades políticas de Mendoza Celis se vinculaban a su papel como presidente del Consejo de Participación Ciudadana en Atizapán, que hacía un trabajo amplio de gestoría. Esa labor le había ganado el cariño de los vecinos, además de que, como lo recuerdan, siempre les regalaba carne, sin saber que era de humanos, su método para irse deshaciendo de los cuerpos de sus víctimas.
La docuserie también explora esa faceta social, delicada y sensible. ¿Cómo pudo Mendoza Celis desaparecer y destazar a sus víctimas durante tanto tiempo? Por la sencilla razón de que los vecinos de Atizapán no quisieron ver lo que tenían ante sus ojos, que siempre minimizaron. Por ejemplo, dijeron que siempre olía a carne quemada, que su casa también, y casi siempre había una fogata prendida en su patio. De manera muy frecuente, recordaron, tenía manchas de sangre en su camisa y la cara y brazos rasguñados.
El documental sobre el Caníbal de Atizapán logra su objetivo, la visibilización al máximo del feminicidio, con todos los horrores que este caso implica, pero también la deficiente capacidad de investigación de las autoridades mexiquenses, que trataron de ocultar mediante la censura. Tampoco es menor la faceta social. La forma como reaccionaron los vecinos de Atizapán fue moviéndose de las dudas sobre su culpabilidad, a convencerse plenamente de ésta –en la medida en que veían cómo salían restos humanos de su casa–, a la autocrítica de todo lo que tuvieron ante sus ojos y no quisieron ver, contribuyendo indirectamente a la muerte de quién sabe cuántas mujeres más.
Lo sucedido en Atizapán, con la excepción de la antropofagia, no fue algo extraordinario. Cuando se cruzan mentes criminales, deficiencias de la autoridad y complacencias de la sociedad, las situaciones son más comunes de las que quisiéramos tener. ¿Qué tanto estamos conscientes de ello? Evidentemente hay enorme interés en el tema, y las audiencias de millones de televidentes cada noche revelan una atracción colectiva. Aun cuando la puerta de entrada mayoritaria pudiera ser el morbo, en el fondo quedará expuesto el feminicidio, la mayor pandemia social que vive México.