sábado, noviembre 23, 2024

Peña Nieto, la herencia maldita

Por Edgar Hernández*

Siempre supo que López Obrador era un peligro para México.

Pudieron más, sin embargo, las amenazas del Cartel de Sinaloa y su exigencia de permitir el escape del “Chapo” Guzmán de una prisión de alta seguridad el 11 de julio de 2015.

Se acercaba el “Destape” presidencial del 2018 y el Cartel Jalisco Nuevo Generación daba la espalda a Peña Nieto, la “Familia Michoacana” crecía y los “Zetas” estaban fuera de control en una escalada de ajusticiamientos por la disputa territorial de prácticamente las dos terceras partes del país.

Seis Cárteles en acción a nivel regional, estaban en la lista de espera para subir al ranking nacional con nuevas drogas y nuevos negocios, el fentanillo, el huachicoleo y el derecho de piso.

A la par de la escalada de corruptelas dentro del gobierno peñista se sumaban los pactos inconfesables y negocios ilegales con empresarios nacionales e internacionales, todos documentados, que lo obligaban a una sucesión pactada.

Este tema de la sucesión también se convirtió en algo personal.

El no querer arriesgar su fortuna, su divorcio en puerta tal como se pactó desde que se casaron y las exigencias financieras de parte de Angélica Rivera, “La Gaviota”.

Mientras en lo político, la creciente presión del Partido Acción Nacional de entregar la banda presidencial en alternancia a un panista, tal como se había venido pactando desde el 2000 con Fox y Calderón.

Enrique Peña Nieto estaba entre la espada y la pared mientras sobre su escritorio en “Los Pinos”, reposaban dos expedientes del Cisen.

En uno, se detallaba la vida personal y política de AMLO, su infancia y accidentes familiares que costaron la vida a su hermano y uno de sus mejores amigos.

Se detallaba su paso por la política partidista, el “detalle” que nunca trabajo y siempre vivió de sospechosas donaciones y chantajes en donde como clan participaban sus hermanos.

Documentado además, ese brutal odio y coraje hacia localizado grupo de enemigos –entre los que se encontraba Peña Nieto- mismo que guardó en los últimos 20 años donde solo ganó fracaso tras fracaso, derrota tras derrota.

En el otro legajo del Cisen, se daba cuenta de las alianzas del Peje con grupos criminales, particularmente con el Cartel de Sinaloa.

La periodista Anabel Hernández, documenta en su más reciente trabajo publicado en Alemania, en  “Deutsche Welle”, el acuerdo de AMLO con la criminalidad que “surge desde las elecciones de 2006, con la entonces Federación que agrupaba a diferentes cárteles”.

“Luego, la colusión entre el presidente Andrés Manuel López Obrador  y su partido Morena, con el Cártel de Sinaloa, comandado por “Los Chapitos” e Ismael “El Mayo” Zambada, que es una realidad”, sostiene la periodista.

 “La condición de “Los Chapitos” y sus tíos para ayudar fue que se frenara cualquier persecución y órdenes de captura con fines de extradición”, expresó Anabel Hernández en su trabajo“El “Narcopacto Electoral”, entre los hijos y hermanos de ‘El Chapo’ con Morena.

Al respecto, la periodista reveló que a la fecha se han llevado a cabo reuniones clave en la casa de la madre de “El Chapo”, Consuelo Loera, en La Tuna, Badiraguato, Sinaloa, para celebrar acuerdos entre la familia del narcotraficante y funcionarios de Morena.

Ese fue y es el escenario que abrió la puerta a la Presidencia de la República a López Obrador.

Una sucesión pactada teniendo como árbitro al Cartel Sinaloa, en donde Peña Nieto tuvo que tejer un entramado donde quedara librado de cualquier venganza en su contra y de su familia, que se le garantizara impunidad sumando al “Dedazo” su silencio y exilio voluntario.

Luego crear las condiciones “democráticas” para la victoria electoral del abanderado de Morena.

Al PRI le entrega como candidato presidencial a José Antonio Meade, un experto en finanzas, un tecnócrata pues, que de política ni quería ni entendía nada.

Desde el arranque de su campaña Meade supo que iba directo a la derrota.

Tan fue así que planteó a Peña Nieto se abriera a una alianza opositora con el PAN y el PRD llevando como abanderado al panista Ricardo Anaya, aspirante presidencial que venía empujando fuerte con 20 puntos arriba de López Obrador.

La respuesta presidencial fue un rotundo no.

Tanta alteración le provocó a Peña Nieto la posibilidad aliancista que diez días antes de la elección de junio de 2018, ordena la filtración de un video acusando actos de corrupción electoral de Anaya por financiamiento ilegal de su campaña.

Por respuesta el aspirante panista sostuvo que el video incriminatorio que circulaba constituía un ataque directo de Peña y que estaba claro que “el ejecutivo federal y Andrés Manuel López Obrador, hicieron un pacto”.

En paralelo el presidente saliente redobla el apoyo financiero a la cruzada lopezobradorista y dispone que las militancias del PRI en los 32 estados entreguen su voto a los partidos Verde y al PT, que sí iban en alianza por Morena.

Lo demás ya es historia contada.

Que si el efecto Peje, que si el pueblo en votación histórica, que si la democracia, que si los 30 millones de votos, los compromisos de Enrique Peña Nieto estaban cumplidos.

No había queja de parte de López Obrador, el Cartel de Sinaloa quedaba conforme, Peña Nieto tenía garantizada la impunidad.

El pacto se había consumado.

Nos dejaba a 130 millones de mexicanos, como escribió Carlos Elizondo, una silla embrujada con una herencia maldita plagada de corrupción y pactos inconfesables.

Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo

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