Es cierto, ya se avanzó pues lo que ahora se tiene es mejor que nada, y ayer 1 de julio el presidente López Obrador inauguró lo que será una refinería una vez alcance su etapa final de funcionamiento. Pero lo inmediato se ha logrado y el ejecutivo concretó su deseo para la fecha por él fijada. Aunque en realidad será hasta el próximo año cuando sepamos cuánto se va a refinar, si bien la Secretaría Rocío Nahle adelanta será de 240 mil barriles de gasolina diariamente, y posteriormente en 2025 alcanzará 350 mil, números solo comprobables cuando eso ocurra. Con este evento cuyo propósito inmediato incluye fines políticos culmina una de las obras más festejadas por el actual gobierno, de emblemáticas se les ha calificado porque llevan el sello de la CuartaT con la inherente presunción de que abonará al “cambio” que tanto hemos escuchado. Pero, ¿en realidad será así? Los conocedores del sector mundial de energéticos lo ponen en duda, pero ojalá se equivoquen porque de acertar ellos Dos Bocas acabará por ser otra carga más para Pemex y para todo México. Pero, además, incluye un significado adicional: igual a como sucedió con el aeropuerto Felipe Ángeles, que mientras se construía servía para presumirlo como uno de los mejores del planeta, pero que una vez inaugurado por su aún pírrico funcionamiento no da para mucho alarde, esta refinería una vez ya “inaugurada” se conozca su verdadero costo que, comparado con los aportes benéficos en el futuro, demerite lo que tanto se ha conjeturado respecto a alcanzar la supuesta soberanía energética. He allí la cuestión, porque a la vez, si para 2024 esta refinería no comienza a dar los resultados que ahora se festinan ese efecto operará en proporción directa contra el gobierno. Como mexicanos nos debe interesar que Dos Bocas consiga los propósitos anunciados, porque lo contrario impactará negativamente contra el país entero, y esto incluye por igual al “pueblo”, a los “fifi”, a la clase media, a los conservadores, y lo que se acumule.