Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Insisto sobre lo que escribí ayer. No era necesario que el Congreso local modificara el 11 constitucional para que Rocío Nahle pueda contender por la gubernatura de Veracruz. Tanto la Constitución federal como la estatal se lo permiten, por lo que puede votar y ser votada para cualquier cargo de elección popular.
Pero ese no es el punto, como tampoco el hecho de que sea zacatecana y mujer.
El punto es que si se hiciera una encuesta de popularidad Rocío quedaría abajo del último lugar porque no es querida por la raza jarocha. ¿Por qué premiarla entonces con la hipotética gubernatura cuando existen miles de veracruzanas que harían un papel más allá de lo digno y decoroso?
¿Es que acaso los morenos no tienen en sus filas a una, sólo a una veracruzana que pueda ser candidata a la gubernatura? Si no la tienen entre sus legisladoras, alcaldesas, maestras, empresarias, militantes y adherentes qué fregados están.
Si se han valido del cascajo del PRI, PAN y PRD para llenar de inútiles y corruptos las oficinas públicas, ¿por qué no mejoran esa imagen y buscan entre cientos de miles de veracruzanas a la idónea para ofrecerle la oportunidad de ser gobernadora? ¿Por qué tienen que importar a la futura candidata?
Aunque hay que ser honestos; el agravio no es de Morena sino de Andrés Manuel López Obrador que siempre ha despreciado a Veracruz. Es el presidente que más ha visitado la entidad en su historia y el que menos ha hecho por ella. O dime lector dónde están las carreteras, hospitales, escuelas, dónde los medicamentos, dónde la apertura a la inversión privada y sobre todo, dónde está la seguridad que prometió como candidato.
Puso como gobernador a un inútil que ha llevado a Veracruz para atrás y ahora quiere imponer a una zacatecana que no ha podido terminar una refinería. ¿A honras de qué pide Nahle a los veracruzanos (mediante espectaculares carreteros) que le aplaudan por esa “obra” hecha en Tabasco?
Mediante las redes sus jilgueros informaron que no será la primera gobernadora fuereña que tendrá Veracruz, ya que de 1992 a 1998 la gobernó Patricio Chirinos que es potosino.
Reitero y subrayo, ese no es el punto. Estoy seguro que los veracruzanos no podrían remilgos si una mujer eslovaca, australiana o yucateca que ame la entidad, conozca sus problemas y su manera de resolveros quisiera gobernarlos.
El asunto aquí es que esa persona no es Rocío Nahle y no porque sea antipática, autoritaria y déspota. Todo eso se le perdonaría si no cargara con el sambenito de que ha favorecido a familiares, amigos y compadres con contratos multimillonarios. Es decir, la señora huele a corrupta y de corruptos estamos hasta la madre.
En lo personal me gustaría verla realizar la mitad de lo que hizo don Patricio que pagó la deuda interna y externa, dejó dinero en la tesorería y sobre todo, dejó un estado seguro y trabajando. Después de él llegó la pesadilla económica, política, social y de inseguridad de la que no ha podido salir la entidad.
¿Podrá con el paquete Rocío Nahle? Por supuesto que no. ¿Y por qué no? Porque es una luchadora social habilitada como funcionaria que no tiene ni idea de lo que es gobernar la entidad, como no la tiene Cuitláhuac.
Lo que sí tienen es que cubren a cabalidad el requisito que exige su líder: 90 por ciento de honestidad y 10 por ciento de capacidad. Aunque en ambos casos la honestidad sea letra muerta y la capacidad esté en su punto más bajo.
El traje de jarocha que le hicieron los legisladores de Morena a la ingeniera química no es por su capacidad, sino por su fidelidad al presidente. Pero al parecer de nada le va a servir.
Si hoy fueran las elecciones Rocío perdería sin remedio, como es casi seguro que pierda en el 2024. Y es que Andrés Manuel está pasando por alto que si los veracruzanos son nobles y generosos, de tarugos no tienen nada. Si una vez se equivocaron no volverán a cometer el error del 2018 cuando votaron de buena fe por un títere que resultó un fiasco.
Y Rocío Nahle va que vuela para títere, un títere que como gobernadora resultará otro sonado fracaso.