Desconozco si al presidente le gustan los toros, pero la metáfora siempre es interesante, el sexenio inicia su último tercio, donde la faena debe ser a matar.
Ya pasamos el tercio de varas y el de banderillas, ahora el presidente se define con su muleta para emocionar al público, llevarlo a la apoteosis de su sexenio, todo debe brillar, el presidente en su traje de luces debe dar luz y esplendor a sus obras insignia.
No debe importar si la distribución de medicamentos fue un rotundo y absoluto fracaso, donde Birmex, la paraestatal creada con la finalidad de llevar todos los medicamentos al rincón más apartado del país resultó una cueva de desvíos de miles de millones de pesos, causando la muerte de miles de niños y niñas con cáncer.
Tampoco es importante que millones de mexicanos perdieron el acceso a la salud al momento que se canceló el Seguro Popular y echaron a andar un ente sin pies ni cabeza como el INSABI. El presidente debe brillar, la promesa de un sistema de salud como el Dinamarca debe ser suficiente para las familias que tienen un miembro con una enfermedad catastrófica.
El aeropuerto Felipe Angeles no tiene vuelos ni los tendrá en mucho tiempo, pero eso no importa, es el mejor aeropuerto de latinoamérica, les guste o no. Medir los aeropuertos por millones de usuarios o vuelos es muy neoliberal, se debe medir por la decoración de luchadores de los baños y la venta de fritangas en sus puertas.
La deserción escolar está en números insoportables, pero eso no importa, el presidente debe brillar como la estrella más bella del firmamento, lo importante es que ya nadie va a reprobar curso y dejaremos atrás un modelo donde se competía por ser el mejor y el más estudioso, ahora se premiará al obediente y leal a la ideología del Estado.
La inseguridad que sufrimos los mexicanos es un mito de los conservadores, no hay tal cosa. Ahora la estrategia de Abrazos no balazos será copiada en el mundo entero por su extraordinaria efectividad. Ya mandaron a llamar al presidente a la ONU para que mande el primer lote de abrazos a las zonas más conflictivas del orbe.
El sobrecosto de las obras de la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya no importan, solo se les olvidó considerar en el presupuesto los equipos necesarios. Un olvido sin importancia, ahora nos van a costar poco más de medio billón de pesos los caprichitos presidenciales. No hay corrupción, solo que son tan eficientes y maravillosos que eso lo tenemos que pagar por generaciones.
Es el último tercio del presidente, debe brillar como la más bella estrella del firmamento, todo debe ser extraordinario, su luz debe cegar a los conservadores y neoliberales que se resisten a ver la claridad absoluta. Es el tercio del presidente, el último.
El pobre toro ya está cansado, lo han picado dolorosamente, le han dado puyazos constantes para demostrar su bravía, le han clavado incontables banderillas para buscar que el toro mantenga su embestida, pero ya no puede más, el toro ve en la espada el final de su dolor.
Así es el último tercio, el buen torero no busca hacer la estocada, es el mismo toro el que se cuadra en la espada del torero implorando el final de la faena.
La analogía es cruel y muy triste, el torero se lleva orejas y rabo si realizó una buena faena, el Toro muere, cansado de tanto que lo picaron, los puyazos y las banderillas clavadas en su cuerpo lo abatieron, la estocada con la espada solo fue el final dramático para darle un poco de dignidad a la muerte del pobre animal.
El último tercio es el del torero, debe brillar con su hermoso traje de luces, no importa toda la sangre y el estiércol derramado en el ruedo.
Así es el último tercio de un sexenio, el presidente debe brillar, no importa si el fracaso de los dos tercios anteriores es evidente y los números no le ayudan.
El toro rara vez es indultado, puede ser que una vez finalizada la lidia, ya muerto el toro, se le dé una vuelta al ruedo con una ovación.
Para que el torero salga en hombros de la plaza debe matar al toro. El toro, aún siendo indultado, nunca le gana al torero.
Me gustaría una fiesta donde el toro no tenga que morir para que luzca el torero.
Pero me gustaría más una fiesta donde se den resultados medibles y reales y no tengan que maltratar tanto al toro.
Porque ya hasta parece que nos agarran de su buey cada seis años.
Jorge Flores Martínez
Twitter: @jorgeflores1mx