Atrás quedó la paz de los xalapeños. La Atenas, que siempre había sido una ciudad tranquila, tiene rato que se tiñe de sangre, y el pasado miércoles no fue la excepción por el asesinato de la maestra Elizabeth delante de su nieto de 7 años, que volvió a desatar la indignación de la sociedad y un gran reclamo del sector magisterial.
Sucedió frente a las puertas de entrada de la escuela primaria Adolfo Ruiz Cortines, apenas unos 20 minutos antes de ingresar a clases. Mi primaria, la misma que vio pasar mi niñez y en la cual entrábamos y salíamos sin la preocupación de que alguien pudiera pasar y disparar. ¿Qué pasará ahora?
Pero al inicio de semana ya habíamos tenido otro asesinato, éste en la colonia Ferrocarrilera. El pasado lunes el dueño de un taller también fue ultimado en su lugar de trabajo, a balazos; supuestamente su homicida al tratar de huir, también murió.
Y por si fuera poco, el jueves también hubo disparos, en dos zonas distintas de la capital, lo cual nos hace preguntar: ¿Estamos seguros? ¿Cuántas armas circulan por la capital del estado? ¿Cuántos motosicarios recorren sus calles todos los días?
Ante el crimen de la maestra Elizabeth, Hugo Gutiérrez Maldonado, Secretario de Seguridad Pública en Veracruz, respondió con el Código Rojo, que es un mecanismo que activa el Gobernador cuando la delincuencia organizada supera a todas las fuerzas de seguridad con diferentes actos de violencia. En el mismo participan en conjunto autoridades municipales, estatales y hasta federales bajo un mismo mando.
Sin embargo, en el caso del asesinato de la maestra, el llamado Código Rojo se enfocó principalmente en mototortilleros y los que trabajan en aplicaciones de comida a domicilio, ¡y pobre de aquél que trajera una moto amarilla! como la descrita por testigos del homicidio, porque se convirtió en “sospechoso”, como el joven que fue detenido y al final el gobierno tuvo que calificar su caso como “una falta administrativa”.
Hablando de motos, es un punto que deberían tratar las autoridades para brindar mayor seguridad, porque todos los días circulan vehículos sin placas. Aunque en ocasiones hay operativos viales, el problema es que son fijos y en este caso, los motociclistas optan por no pasar por donde están ubicados, una vez que les dan el pitazo… los evaden.
Pero ¿Por qué no emplacan las motos? El problema radica en que desde que las adquieren no acuden a hacerlo a las oficinas de Hacienda y al transcurrir el tiempo, van acumulando impuestos vehiculares, y como la tenencia no está eliminada sino subsidiada al pago del derecho vehicular en los meses de enero a abril de cada año, la deuda se hace impagable, al grado que muchas veces alcanza hasta el valor de la moto usada.
Definitivamente el control vehicular es necesario para brindar mayor seguridad a la población ¡pero desde que se adquieren! por lo que el gobierno debería firmar acuerdos con las empresas que venden motos, para hacerlo ya con sus placas, similar a cuando se adquiere un auto; incluso hasta financiarlas desde la adquisición.
Aunque falta mucho más que emplacar motos, falta una verdadera estrategia para hacer frente a la delincuencia, que si bien es un problema desde hace décadas que se viene arrastrando en el estado, también es cierto que va creciendo como una bola de nieve y nadie la detiene.
Es necesario enfocarse en los focos rojos de Xalapa y del estado, dar seguimiento a las denuncias de la ciudadanía, no solo registrar el reporte… ¡Oigan al pueblo!
¡Vaya! Hasta la propuesta del dirigente estatal de Fuerza por México, Tato Vega Yunes tiene sentido: que Don Hugo comparezca y rinda un informe, sin la excusa de que no puede por “motivos de seguridad estatal”.
¡Oigan al pueblo! No vaya a ser que la inseguridad ya sea su talón de Aquiles.
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