Por Edgar Hernández*
López Obrador, simplemente López, llega al ocaso de su gobierno a la par de su vida política en medio del descrédito y repudio nacional.
Es un enfermo terminal al que le falla todo.
La “Gota” que padece derramó el vaso al filtrarse expedientes sobre su verdadero estado de salud a la par del contenido de un libro, “El Rey del Cash”, que denunciaría los próximos días la corrupción y manejos oscuros de millones de pesos en su entorno más cercano.
Ello dio como resultado que a nuestro héroe le diera diabetes que lo llevaría a la ceguera ante el enriquecimiento familiar, parálisis por los abrazos y no balazos y “Alz” por los 138 mil muertos en macabra sumatoria desde el arranque de su sexenio que cerró ayer con broche de oro, tras la balacera en Zapopan.
La amnesia.
Bueno, pues su amnesia se le hizo crónica al borrar las carpetas ministeriales de los militares involucrados en los asesinatos de los 43 de Ayotzinapa.
Para su olvido senil quedó la desaparición de los 123 programas sociales y asistenciales que borraron de tajo guarderías, medicinas, asistencia hospitalaria, programas emergentes ante inundaciones y becas.
Por si fuera poco, carga con debilidad emocional y caprichos de abuelito al ir a saludar a la mamá del Chapo, liberar al nieto Ovidio, y preferir los abrazos y no balazos contra los 8 Carteles delincuenciales que encabezan en Sinaloa, Jesús Alfredo, Iván y el propio Ovidio.
¡Pobre!
Su Alzhaimer lo ha llevado a no recordar que trae por ahí el pendiente del avión presidencial y pensar en un poder eterno a pesar de que le faltan 1 año, 11 meses 28 días, 46 minutos y 43 segundos para que se vaya a su racho “La Chingada”.
Sus enfermedades que le obligan a tomar ocho pastillas cada noche, lo han llevado a cometer locuras como designar de manera oficial a “Chico Che” como su jefe de prensa alterno y a Layda como vocera de la perversión con sus “Martes de Jaguar” o jalada parecida.
El Peje dejó asimismo de prever, producto de sus males, que un día los de casa, su familia política, su sangre, sus carnales y aliados terminarían haciendo públicas sus traiciones políticas, ambiciones personales, infidelidades, abusos laborales, corrupción y autoritarismo.
Ahí está el libro de Elena listo para sacudir Palacio.
Y para colmo, la diarrea cerebral lo llevó al descuido al dejar de ir cada semana a Tepic a ver a la morrita Geraldine.
Lo que sí ha estado de hospital, de ataque al miocardio, es que se hayan hecho públicos parte de los millones de archivos que encueran a la Sedena luego que Loret –ese pinche Loret- mostrara que hackearon los guacamayos quienes ya le advirtieron al pobre enfermo que renunciara ya que lo peor está por venir.
Por ello y por muchas cosas más es que López Obrador perdió la razón y dio lugar a que se peleara con los jesuitas, con la iglesia, con periodistas, ingenieros, arquitectos y de refilón echarle pleito a España, Panamá, Estados Unidos y los judíos.
Eso sí, cada que se acuerda aplaude al PRI de Alito o lo tunde a través de Layda, al igual que al PAN, a Yunes, a los inversionistas o al EZLN.
Y es un hecho que le caen muy gordos los niños con cáncer.
Quiere asimismo desaparecer al INE al IFAI y anda muy voluntarioso con la clase media a quien le exige solo tenga un par de zapatitos, unos pantaloncitos y un carrito de uso.
Desde luego parte de su enfermedad lo obliga con justa razón a pasar por alto que el chocoflán anda por las uropas mezclándose con los flemáticos ingleses y su otro hijo José Ramón, casado con una “Miss” viviendo en una casita gris.
Mientras, Andrés, tiene un changarrito cualquiera, la chocolatera “Rocío”, que hasta parece que lava dinero y Gonzalo Alfonso, alterna su chamba de vender cerveza artesanal con la invaluable ayuda en Palacio a su papá.
Pero se nos olvidaba que estábamos en el olvido pejiano.
Sus mismos males los han llevado a atacar a empresarios –excepción hecha de Slim y Salinas Pliego, quien debe 20 mil millones de pesos en impuestos- a las mujeres y desdeñar los feminicidios y crímenes de odio.
Vaya hasta los pilotos le caen en la punta del estómago.
¡Uff! Que hueva, pero es necesario destacar que desde que llegó al poder, en diciembre del 2018, so pretexto de esa ira sin control por una neurona descompuesta, se han contabilizado 1, 945 agresiones contra la prensa y 35 asesinatos a comunicadores… y contando, cada dos semanas un comunicador es sacrificado.
Todo eso porque está malito.
Por ello ayer de plano declaró: “Tienen razón mis adversarios, ya chocheo con mis achaques”.
Mañoso que nos resultó el viejo achacoso.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo