Sin lugar a duda, la impunidad es una causa central de la corrupción en nuestro país, y evidentemente en el renglón de la justicia también origina y propicia el crecimiento de la violencia e índices delincuenciales. Para no complicarnos en la infinita variedad de referencias podemos escoger un caso paradigmático en Veracruz, para muchos ya olvidado porque la memoria colectiva es porosa pues su disco duro es de corto almacenamiento: se trata de la construcción del túnel sumergido bajo el rio Coatzacoalcos, iniciada en tiempos del gobernador Fidel Herrera, continuada durante los seis años de Duarte de Ochoa, para finalmente ser inaugurado por el gobernador Miguel Yunes Linares, es decir, se tardaron casi diez años en construir y terminar una obra de mil 600 metros de largo. Para Ripley, aunque usted no lo crea. En marzo de 2007, Herrera Beltrán declaró que había platicado el tema de esta obra con el presidente Calderón y que éste le confirmó su apoyo, el costo total se calculó en 2 mil 200 millones de pesos, Banobras aportaría 333 millones a fondo perdido, el gobierno estatal y el municipal aportarían 370 millones y el resto lo aportaría la concesionaria Túnel de Coatzacoalcos (Cotuco) y su construcción duraría 36 meses. Aseguró también que la federación había aportado 368.4 millones de pesos que se depositarían en el fideicomiso de administración del proyecto. Además, se obtendrían recursos derivados del peaje del Puente Coatzacoalcos I. Tales fueron las primeras noticias acerca de una obra transexenal a cargo de tres gobiernos, plagada de irregularidades y controversias respecto de su costo final, pues los 2mil 300 millones de pesos del inicio crecieron de manera exponencial hasta superar los 5 mil millones de pesos. Pese a las irregularidades frecuentemente señaladas por los medios de comunicación nada se supo de observaciones de fiscalización o del órgano de control estatal. Increíble, pero una obra subacuática de solo mil 600 hecha en México (eso sí “con tecnología de punta” según el estrafalario verbo de Fidel), llevó más tiempo que el ocupado para construir el Túnel bajo el Canal de la Mancha para unir Francia con Inglaterra. Pero, por si no bastara este caso como prueba de lo increíble relativo a una obra pública y de excelsa opacidad, lo refuerza el caso del libramiento de Cardel, “inaugurado” por Fidel Herrera al final de su administración, pero realmente concluido después del desgobierno de Duarte de Ochoa, y, claro, a un costo nada parecido al originalmente proyectado. Habrá quien asegure que ya no se producen esta clase de irregularidades y corruptelas, aunque sin demérito de las mismas, la réplica consiste en explicarlo por la ausencia de obras de esa naturaleza, y, sin embargo, sin duda que las hay. Bien vale recordar lo que en el ramo de la obra pública dicen que decía el presidente Ruiz Cortines: “construye que algo queda”.