Ahora que se promociona una marcha de defensa al Instituto Nacional Electoral, viene a cuento el largo trecho transcurrido para alcanzar en nuestro país un grado de desarrollo democrático medianamente aceptable, que solo en vista retrospectiva es posible dimensionar. Para no ocupar demasiado espacio nos ahorramos el camino de las disquisiciones de matiz teórico y privilegiamos el orden de los acontecimientos como faro de luz a la narrativa sobre el desarrollo de la democracia en México, nada que ver, por supuesto con el premonitorio libro de don Pablo González Casanova de la pasada década sesentera. Si bien el constituyente de 1917 estableció que “todo poder público dimana del pueblo” y este decidió constituirse en una “república representativa, laica y federal”, en pureza de circunstancias reales eso de democracia lo hemos venido constituyendo con el correr de los años y muchos sinsabores de quienes creyendo al pie de la letra lo de la democracia vieron rodar por los suelos sus sueños de llegar al poder por esa vía. Por supuesto, no existe una fecha y lugar de punto de partida en lucha por democratizar al país, pues varían en la heterogeneidad de los frentes: sindicatos obreros y campesinos, elecciones municipales, estatales o federales. Porque aún en el sindicalismo mexicano existen puntos negros de liderazgos con tufo caciquil difíciles de desterrar: los sindicatos de telefonistas, ferrocarrileros, magisteriales, de la FSTSE, de la salud y de Pemex entre otros muchos. Y en cuanto a elecciones municipales tan solo en Veracruz pudiéramos acopiar un gran número de casos en los cuales habiendo ganado un partido diferente al PRI (PPS, PARM, PDM, PRD, PAN, etc,) la victoria se la llevaba el gobierno anulando la elección y nombrando Concejos Municipales a cuyo mando se ponía a algún priista. Debido a la falta de estructura partidista para cubrir todo el territorio (porque la única vía hacia el poder era el PRI y allí seamparaban los aspiracionistas) resultaba difícil a la oposición obtener el triunfo en elecciones legislativas o para gobernador y presidente de la república. Pero el propio Sistema político tenía capacidad de adaptación e irse regenerando de acuerdo a las circunstancias, y de esa forma liberaba presión social: como darles el voto a las mujeres (cuando la composición demográfica indicaba un acelerado crecimiento de ese sector); o, después del 68 fijar la mayoría de edad a los 18 años para ceder oportunidad a los jóvenes a participar en puestos de elección popular; o bien abrir espacios al creciente pluralismo de la sociedad reformando en 1977 la ley electoral para crear junto a la representación por mayoría relativa la fórmula de representación proporcional en el orden municipal y cargos legislativos. La elección de 1988 constituye un genuino parteaguas electoral, pues obligó al gobierno a generar y aceptar reformas en el órgano electoral, la ya anquilosada Comisión Federal Electoral (CFE), para crear en su lugar lo que se ha constituido en la joya de la corona, el IFE en 1990, transformado y mejorado en INE en 2014. Por razones de espacio, este es un recorrido muy lineal acerca del largo trayecto para fortalecer nuestra democracia, pero en la conciencia de la sociedad mexicana han quedado impresas las luchas protagonizadas por las fuerzas opositoras al régimen priista, su huella es indeleble, desde cuando Braulio Maldonado en 1953 candidato del PRI al gobierno de Baja California enfrentó dura competencia panista, o bien la ejemplar resistencia cívica organizada por el legendario doctor Nava, en San Luis Potosí; o la de Correa Rachó (PAN), en Yucatán, don Luis H Álvarez en Chihuahua, Alejandro Gazcón Mercado, candidato a gobernador de Nayarit del PPS en 1975, cuyo triunfo fue escamoteado por el presidente del PRI, Porfirio Muñoz Ledo (no hay demócrata puro)- hasta la desaparición de poderes en Sonora, donde el gobernador Carlos Armando Biebrich fue defenestrado solo porque al presidente Echeverría (quien había sido su tutor político) no le pareció su actitud a favor de los agricultores de su estado. Para concluir, debemos dejar asentado, que el reconocimiento a triunfos electorales de la oposición inició en el nivel municipal, de esa historia en Veracruz se vivieron momentos estelares en 1973 cuando insólitamente el PRI perdió Coatzacoalcos, Acayucan, Papantla, Poza Rica y Pánuco; quizás también Jaltipan y Misantla, pero se nombró Concejo Municipal; quedando en duda Córdoba, donde según se dijo el PRI arrebató el triunfo al PAN. Pero esa es otra historia.