jueves, noviembre 21, 2024

Un polígrafo para El rey del ‘cash’

Es peculiar el zoon politikón mexicano. Durante casi cuatro años, todas las mañanas el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho más de 86 mil afirmaciones falsas, engañosas o que no se pueden probar. Hay algunas, de las miles registradas por Spin Taller de Comunicación Política, que son obvias: un detente detendrá el Covid, que ya estaba domado porque el sistema de salud que construía iba a ser como el de Dinamarca, gracias a que íbamos a crecer 4 por ciento porque era muy fácil de gobernar y lograrlo.

Dice López Obrador que el mexicano es el pueblo con mayor conciencia política del mundo, y se congratulan. Afirma que el aeropuerto Felipe Ángeles es “de los mejores del mundo”, y le creen. Sostiene que su estrategia de seguridad funciona y ha reducido los homicidios dolosos frente al pasado, pero la estadística dice todo lo contrario. Tiene sumido a su gobierno en la opacidad, pero asegura ser muy transparente. Todas las mañanas difama a quien le cayó mal ese día, y la impunidad del falsario prevalece sin que nadie objete.

Pero cuando Elena Chávez, periodista y escritora promueve su libro El rey del ‘cash’, que es testimonio sobre lo que vio y escuchó durante 18 años de vida conyugal con César Yáñez, escudero leal y sombra de López Obrador hasta que inició el sexenio, es una “zorra despechada”, que habla con rencor y sin sustento. No prueba nada, dicen los más cercanos a López Obrador para descalificar lo que Chávez apunta: cómo dinero en efectivo, recolectado por las buenas y por las malas, mantuvo al Presidente y a su familia durante años, sin pagar impuestos y escondido para evitar el rendimiento de cuentas.

Para quienes pertenecen a esa pequeña élite de personas con información de calidad, aunque el libro contiene elementos que conocían, son más quienes la descalifican que aquéllos que le conceden el beneficio de la duda. Es la negación de una verdad, o de versiones directas de involucrados o afectados, de la cual estaban enterados. No es algo nuevo, argumentan, y así son los políticos mexicanos. No les falta razón, pero no significa que esté bien. Menos aun cuando a quien señala Chávez de deshonesto, ha hecho de su honestidad el caballo de batalla de su vida pública. No se sabe si hoy, como antes, se cruzó la línea de la legalidad, pero antes como hoy, la ilegitimidad es rampante.

Existen anécdotas recogidas por políticos y periodistas a través de los años de cómo, en efecto, bolsas y cajas de cartón con dinero llegaban mensualmente a las oficinas de López Obrador en la calle de San Luis Potosí, en la colonia Roma de la Ciudad de México, cuya práctica fue transexenal. Los montos, aunque hay discrepancias sobre los totales, siempre superaban los siete dígitos del dinero que llegaba en efectivo, en cash, como escogió la autora decirlo en el título del libro.

Quienes padecieron personalmente las presiones o los chantajes para entregar sus diezmos políticos a la causa de López Obrador, el eufemismo que él utiliza para justificar que sus hermanos recibieran miles de pesos en efectivo, han empezado a hablar. El primero fue Guadalupe Acosta Naranjo, entrevistado por Chávez para el libro, que afirmó –y lo ha sostenido en varias entrevistas– que cuando fue presidente del PRD le llevó a López Obrador un cheque de las prerrogativas del partido del entonces Instituto Federal Electoral de 300 millones de pesos para su campaña presidencial, del cual se comprobaron 150 millones, pues del resto todavía no se sabe dónde terminaron. De esto, que va más allá de un testimonio, lo mejor ha sido voltear para otro lado.

Hay exfuncionarios del gobierno capitalino, cuando López Obrador lo encabezaba y cuando fue candidato, que recuerdan cómo les quitaban, de manera forzada, mil 500 pesos quincenales para ser entregados a él, en el mismo esquema que siguió la alcaldesa de Texcoco, Delfina Gómez, para las aportaciones obligatorias de los trabajadores municipales a las campañas electorales de Morena en 2015.

No es una hipocresía ni una desmemoria entre las mentes que sí funcionan en el aparato propagandístico de López Obrador cuando se lanzan, como esta semana, a descalificar a Chávez, como persona, y a denostar a quienes le han dado tribuna. “Tanto ataque” de sus opositores, dijo López Obrador esta semana a propósito del libro, se debe a que su gobierno “va bien”. Tampoco es una burrada lo dicho por el Presidente, sino un intento para desviar la corriente del río que lo pudiera mojar y permitirle continuar su permanente discurso electoral, que todo es una conspiración de los conservadores que buscan por todos lados atacar su proyecto de transformación.

El rey del ‘cash’ sí generó una alta expectativa por varias razones. Una poderosa es el morbo, en el deseo de muchos, quizá, de que hubiera una bala de plata que cruzara el corazón del Presidente, o que provocara un choque de confianza entre su grey y el pueblo, que sigue otorgándole altas calificaciones en la popularidad, para que se desplomara. La contracampaña generada desde Palacio Nacional o de manera espontánea, que también existe, no ha resultado tan eficaz como en otros momentos, porque el trabajo testimonial tiene una verosimilitud que se aproxima a la verdad porque el entorno de López Obrador ha estado involucrado en escándalos de conflictos de interés, ilegitimidades y actos en los que, si se aplicara la ley, podrían encontrarse, en algunos casos, violaciones a las normas.

La batalla que se da en la arena pública es por la narrativa, de dichos contra dichos, de testimonios contra desmentidos, de exigir pruebas frente a la palabra de la que vivió lo que describe. Será un cuento de nunca acabar, salvo que la autora y los señalados de manejar recursos ilegítimos refuercen su palabra, si lo estiman necesario, con el polígrafo. Si existe un interés que trascienda por demostrar su verdad, puede utilizarse esa herramienta. ¿Les interesa someterse al polígrafo? Ese es otro tema.

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