jueves, marzo 28, 2024

Somos clasistas y racistas

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Con suma frecuencia el presidente López Obrador alude a sus adversarios “los conservadores”, a quienes endilga desenfrenada fruición por discriminar al prójimo y califica de “clasistas”, por su tendencia a segmentar el conjunto nacional y colocarlo en categorías sociales. AMLO pudiera tener razón, porque en términos generales esa ha sido una actitud del mexicano a causa de la larga noche colonial superviviente aún durante la primera mitad del siglo XX mexicano; en Veracruz, ciudades como San Andrés y Santiago Tuxtla era muy acentuada todavía en los años sesenta del siglo pasado, una explicación a ese fenómeno podría encontrarse en la composición poblacional de esas sociedades: una gruesa capa de población indígena en convivencia forzada con otra muy delgada población de tez blanca; “leque” era una de las expresiones que así lo reflejaban, significaba “creído”, es decir, “muy sobrado”. La forma de hablar, la entonación característica del aborigen a ciertas palabras del castellano contribuía a la diferenciación, aunque, aun perteneciendo a ese grueso segmento poblacional, las barreras sociales eran muy susceptibles de derrumbarse cuando se disponía del poderoso “don dinero”. Y allí precisamente está una de las claves fundamentales del inicio del mestizaje porque buena parte de la población blanca quería “pasar a mejor vida” y del lado aborigen “mejorar la raza: cómo no entenderlo si aún en la etapa independiente un rasgo de nobleza era el color de la piel y en las disputas la divisa principal era ¿es posible que se crea más blanco que yo? Pero este no es un tratado sobre la composición racial de la sociedad mexicana de antaño, pero aprovechamos sus antecedentes para enumerar la variedad de siete castas diferentes en que se dividía la población mexicana durante la Colonia y los agrestes tiempos de nuestra independencia: 1- Los españoles de origen, eran los “gachupines”; 2- los criollos, o blancos nacidos en estas tierras, denominados como “nativos”; 3- los indios, raza indígena de color cobrizo; 4- los mestizos, los mezclados de blanco con aborigen (indio); 5- mulatos, descendientes de blancos y negros; 6- Zambos, descendientes de indio y negro; 7- los negros africanos. He allí una gran diferencia con Argentina, por ejemplo, donde la población fue un fenómeno central de trasplante italiano en América. Por esa particularidad histórica, es posible explicar por qué en México aún quedan rasgos de clasismo y de la insufrible discriminación, proveniente desde la derecha como de la izquierda. O sea, no es asunto de la geometría política sino producto de una intensa y muy larga amalgama de sangres. Todo esto sucede en pleno siglo del predominio de las benditas redes sociales, aunque usted no lo crea. Somos clasistas y racistas ¿Por qué será?  

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