Al discurso de AMLO respecto a sus “tres hermanos”: Claudia, Adán y Marcelo, éste último responde aludiendo a la perspectiva electoral: “… el tema no es de cercanía, es qué propones y qué eres capaz de hacer”. Es decir, Marcelo se adelanta para advertir que la candidatura presidencial de MoReNa no debiera o debe ser resuelta en base a afectos personales de quien lo decidirá, sino de capacidad y experiencia para la gobernanza. Porque para ya nadie es un secreto la aparente inclinación de AMLO hacia la Jefa de Gobierno de la CDMX, según es posible observar en discursos y actitudes para con ella. Sin embargo, en política sucesoria no siempre quien está en la presidencia logra concretar su afán continuista porque el influjo de las circunstancias también es factor y tiene peso específico para alterar el proceso. Hasta ahora, por afecto y cercanía, o porque así conviene a sus intereses Marcelo Ebrard ha adoptado una actitud de tersa aceptación de las reglas del juego, incluso ha soportado evidentes menosprecios, pero los ha “resbalado” en pragmático apego a su aspiración presidencial en correlato con los años de convivencia partidista compartida con el ahora presidente de México. Ambos se conocen muy bien, cada cual sabe de las conductas y reacciones del otro, aunque quizás Marcelo Ebrard confía en que en la balanza predominará el criterio respecto a experiencias y trayectoria, porque en esa lógica adquiriría preeminencia su personalidad política sobre las de doña Claudia y Adán. En los hechos, el Secretario de Relaciones ya vivió muy de cerca una experiencia de tesitura sucesoria en 1993, cuando su cercanía a Manuel Camacho Solís le permitió observar en vivo el “destape” de la candidatura priista de Colosio a la presidencia de la república y observar la reacción de inconformidad de Manuel Camacho rebelándose en protesta por no haber sido el favorecido por el entonces presidente, Carlos Salinas, pues la cercanía entre ambos era muy estrecha e incluía compromisos políticos, mientras que a Colosio se le consideraba como un advenedizo en esa relación. Efectivamente, Camacho se sentía merecedor de la candidatura presidencial porque en los momentos previos a la campaña presidencial de Salinas, y después, en el difícil trance poselectoral de 1988, había contribuido eficazmente en la interlocución con los diversos actores de la oposición ¿quién no recuerda las famosas “concertacesiones”? Pese a las diferencias del contexto político que ahora prevalecen, las circunstancias conllevan análogas implicaciones e invitan a reflexionar acerca de cuál sería la reacción de Ebrard en caso de no percibir “piso parejo” y no resultara el afortunado en el alumbramiento de la candidatura presidencial de MoReNa. Deberá tejer muy fino el presidente López Obrador, porque entre los antecedentes destaca acentuadamente el de 2006, cuando siendo Ebrard Jefe de Gobierno de la CDMX declinó su participación como candidato del PRD a la presidencia para dejar vía libre a AMLO, es decir, compromisos los hay, que se cumplan es otro cantar. Pero, además, AMLO tiene enfrente a otro elemento de no menor importancia: se llama Ricardo Monreal, es senador y también sabe mover el abanico. Tales son, entre otros, los expedientes a resolver en el marco de la consolidación de un nuevo Proyecto de Nación. No falta mucho para conocer el desenlace de este luminoso y fragoroso capítulo de nuestra historia, porque, sin duda, es enorme la constelación de actores políticos en movimiento efervescente para hacer honor al futurismo político.