viernes, marzo 29, 2024

¿Es el PRI sinónimo de corrupción?

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Sesenta años haciendo gobierno (54 de manera ininterrumpida), necesariamente dejan huella, y si se suman los correspondientes a los gobiernos encabezados por militares, de 1929 a 1946, del PNR y PRM, suman 71. Son los herederos de la Revolución Mexicana, al menos con ese cuento fincaron su retórica llevando al PRI, su partido político, como herramienta fundamental para mantener al país con sucesiones presidenciales pacíficas y enmarcadas en los lineamientos constitucionales. Si bien fue en el año 2000 cuando se dio por vez primera una alternancia partidista en el país, en realidad cada sucesión presidencial priista representaba una alternancia de grupos políticos en el poder, porque cada presidente procuraba dar un giro personal a su gobierno, en no pocas ocasiones alterando sustantivamente el discurso de su antecesor, e incluso metiendo a la cárcel a importantes personajes del pasado inmediato. En tiempos de Ruiz Cortines muchos gobernadores representantes del anterior gobierno federal fueron defenestrados de sus puestos aplicando el articulado constitucional como punta de lanza para desconocer los poderes estatales. López Portillo encarceló a dos ex secretarios del gobierno echeverrista; Miguel de la Madrid hizo lo propio con Jorge Díaz Serrano, ex Director de Pemex en el gobierno de López Portillo; la corrupción fue el común denominador en esos casos. Salinas de Gortari también utilizó la desaparición de poderes en entidades federativas como signo de revancha política; y qué decir del obligado peregrinaje del propio Salinas a causa de su agreste ruptura con su sucesor, Ernesto Zedillo. Pero, volvamos a lo de la corrupción. “La solución somos todos”, fue un apotegma impulsado por el presidente López Portillo, modificado ya en el ocaso de su gobierno con “la corrupción somos todos”. Al presidente de la Madrid le falló su esquema de la “renovación moral” y con Salinas, las cuentas de las privatizaciones de empresas públicas nunca fueron claras. En aquel entorno al referirse al PRI nadie le imputaba corrupción, pues se trataba del mecanismo electoral utilizado por cada gobierno para, por su conducto y con fiel apego al mandato constitucional, hacer gobierno; maquinaria bien aceitada, sin duda, capaz de adecuarse inmediatamente ante los desajustes lógicos de toda evolución política, así lo demostró después de la tormentosa elección de 1988, y de la pérdida de la presidencia en 2000 y 2006. Sin embargo, ahora el discurso se centra en atribuirle al PRI la paternidad nacional de la corrupción, porque de ser cierto equivaldría a reconocer que genéticamente cargan con los gérmenes de la corrupción, puesto que (hijo de tigre, pintito) una inmensa mayoría de quienes conforman los actuales cuadros de gobierno son producto de la época dorada del ahora tan denostado PRI. Confeccionar una lista para comprobarlo llevaría tiempo y espacio, pero una síntesis muy precisa y de actualidad la encontramos en Puebla, donde el recientemente fallecido gobernador, Miguel Barbosa (qepd), tuvo genética priista y, para confirmar el aserto, quien ahora lo sustituye en el mando gubernamental, también tiene antecedentes priistas (diputado y alcalde de Tepeaca) y no por eso será necesariamente corrupto. Aclarando amanece.

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