Los constantes traspiés de Claudia Sheinbaum, quien cobra como jefa de Gobierno de la Ciudad de México pero se la ha pasado en campaña política los últimos seis meses sin lograr posicionarse, ha obligado al presidente López Obrador a echar a andar a su “plan B” para la sucesión presidencial.
Y ese “plan B” no es el canciller Marcelo Ebrard y mucho menos el senador Ricardo Monreal, sino otro tabasqueño, el secretario de Gobernación Adán Augusto López Hernández, quien vino a Veracruz este jueves para dar inicio a una gira nacional con el único propósito de promover su imagen. Claro, con cargo al erario.
La figura política del secretario de Gobernación comenzó a crecer en los círculos morenistas a raíz de que abandonó sus tareas como interlocutor con la oposición para adoptar, en su lugar, el mismo discurso bravucón y belicoso del presidente, que es lo que le gusta al inquilino de Palacio Nacional.
Además, mientras la desastrosa gestión de Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México y en especial los constantes accidentes en el Metro causados por el abandono en el que lo tiene –y que ya ha provocado casi 30 muertes- hunden su imagen pública, López Hernández se mostró como toda una revelación para el trastupije y la coacción, que eso es lo que entienden en la “cuarta transformación” como sinónimo de operación política.
Ello le permitió sacar adelante la reforma constitucional para mantener a las fuerzas armadas en labores de seguridad pública hasta finales de esta década. Y aunque no logró la reforma constitucional electoral, sí le alcanzó para que se aprobara un bodrio que debilita los órganos electorales, de los cuales el régimen se apresta a tomar el control, como el mismo López Hernández admitió este jueves en Boca del Río.
La visita del funcionario que en este momento sube en las preferencias –al menos, en las de Palacio Nacional- fue un compendio de los rituales del priismo veracruzano más antiguo y anacrónico. Con besamanos, fotitos posadas y forzadas, café con canillas de La Parroquia y la “clase política” estatal aglutinada a su alrededor.
Y es que al gobernador Cuitláhuac García, su funcionariado y representantes populares morenistas veracruzanos les urgía darle un buen trato a López Hernández, luego de que han sido especialmente abyectos y descarados en su apoyo a la precandidatura de Claudia Sheinbaum.
García Jiménez se la pasó como acompañante del secretario de Gobernación durante toda la jornada y hasta el acto político –que no gubernamental- del World Trade Center, en el cual, viejo zorro a fin de cuentas, el tabasqueño se desvivió en loas para el gobernador, a quien incluso calificó como uno de los “faros de la cuarta transformación”. Cualquier cosa que eso signifique.
Todos los que hace poco se desvivían por tomarse la foto con Sheinbaum, ahora estaban desesperados por aparecer al menos cerca de Adán Augusto. Incluidos personajes de bastante mala fama, como Fernando Padilla Farfán, uno de los constructores más beneficiados durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán y que ahora busca una nueva “querencia” política para seguir haciendo negocios al amparo del poder.
Adán Augusto López Hernández es sin duda la otra carta con la que el lopezobradorismo explora sus posibilidades para la sucesión presidencial, pero sobre todo para la continuidad de su proyecto político en el siguiente sexenio.
El propio López Hernández planteó algo en ese mismo sentido en Boca del Río: “vendrá otro tiempo que será, como lo ha dicho el presidente, el de la continuidad con cambio. El de continuar con esa tarea titánica del presidente y hacer a lo mejor algunos ajustes que nos ayuden a desarrollarnos y a integrarnos mejor como nación”.
El secretario de Gobernación está abierta y descaradamente en campaña. A ver si no le pasa que, en vez de incendiársele vagones del Metro, se le incendie el país por abandonar sus responsabilidades.
Mientras tanto, en Veracruz algunos ya están viendo bien eso de cambiarse de “chaqueta” para ponerse “a gusto”.
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