sábado, abril 20, 2024

Futbolistas y «corcholatas»

Pensándolo bien

Futbolistas súbitamente interesados en enviar un saludo a su amigo Adán Augusto, diputados tan fascinados por la silueta de una mujer que deciden reproducirla por todo el país, grafiteros que optan por la palabra Marcelo en lugar de las figuras coloridas de siempre en las bardas de Guadalajara. Los tres aspirantes a la Presidencia afrontan el dilema de acelerar sus precampañas a riesgo de seguir violando la ley o abstenerse de hacerlo y perder terreno en la madre de todas las batallas, la Presidencia del país. De alguna manera han optado por el viejo refrán “mejor pedir perdón que pedir permiso”. Ahora se les viene encima otra disyuntiva igualmente complicada. Pedir licencia y entregarse de lleno a la campaña o mantenerse como titulares de sus dependencias.

Las elecciones presidenciales tendrán lugar el 2 de junio del próximo año, lo cual significa que cualquiera de los aspirantes tendría que haber renunciado a toda responsabilidad en la administración pública el 1 de diciembre de este año. La Constitución exige seis meses de separación del puesto de secretario de Estado o gobernador previos a los comicios. Sin embargo, el llamado Plan B de ajustes electorales, actualmente en revisión en las cámaras, intentaría reducir ese plazo. Eso permitiría postergar la decisión de los partidos incluso hasta enero sin que los precandidatos tengan que separarse de sus posiciones.

Andrés Manuel López Obrador jura y perjura que su partido nominará a quien resulte triunfador en la encuesta abierta de Morena a todo lo largo del país. No se ha anunciado fecha para ese levantamiento, pero se entiende que se tendría que hacer con las semanas de anticipación que se requieran para desahogar la nominación definitiva, lo cual incluye la necesidad de resolver, en caso de existir, apelaciones o inconformidades. En caso de no aprobarse la modificación de la ley electoral, la decisión se tomaría en octubre o finales de septiembre. El Presidente preferiría que la definición se asumiera inmediatamente después de su informe el 1 de diciembre, pero requiere un cambio en la ley; el Congreso tendrá la última palabra.

Sea en octubre o en diciembre, lo cierto es que si los precandidatos desean hacer una diferencia sustancial en la intención de voto, más allá de las inercias en curso, tendrían que considerar la necesidad de renunciar a sus actuales responsabilidades y dedicar algunos meses a recorrer el país de tiempo completo para mejorar sus probabilidades.

Al respecto los dos punteros sostienen, entre sí, posiciones contrastantes. Claudia Sheinbaum afirma que tiene una responsabilidad con sus electores y que se quedará allí hasta el último momento. Una respuesta que se suele dar en estos casos, independientemente de que luego las circunstancias obliguen a reconsiderar. Para no ir más lejos, el propio Andrés Manuel López Obrador solicitó licencia el verano de 2005, un año antes de terminar su periodo como jefe de Gobierno de la ciudad, para dedicarse a labores de campaña; un sexenio antes, Cuauhtémoc Cárdenas se había separado de la jefatura de Gobierno en septiembre del año previo a los comicios. 

Por su parte, Marcelo Ebrard no solo estaría dispuesto a hacerlo, lo ha pedido explícitamente a la dirigencia de Morena, como parte de un esquema de reglas de juego abierto que el partido debería asumir: debates públicos entre precandidatos, campañas transparentes, separación de toda responsabilidad por parte de los contendientes.

El problema tiene dos aristas, una legal y otra de cálculo político. La primera tiene que ver con las restricciones de la ley electoral vigente, que establece tiempos precisos para las precampañas (alrededor de un mes) y campañas abiertas (tres meses antes de la elección). Algo que, para ser realistas, nadie ha respetado. Enrique Peña Nieto comenzó a hacer su campaña presidencial desde el gobierno del Edomex, tres años antes de los comicios, por ejemplo, o el caso ya señalado de López Obrador. Se trata de la típica ley que al plantear una imposibilidad práctica se hace irrelevante porque nadie la obedece. Por lo mismo, no se trata de un impedimento “insalvable”, pero de cualquier manera eso dificulta que Morena pueda establecer públicamente reglas para competir en una precampaña que violaría los tiempos electorales. Basta ver los dolores de cabeza que han generado las reiteradas violaciones de los tres precandidatos, por los excesos voluntarios o involuntarios de sus seguidores y cuartos de guerra.

Pero en la decisión de pedir licencia o no, y cuándo hacerlo, hay una consideración de mayor peso. ¿Hará alguna diferencia para efectos de la encuesta de Morena? Esa es la pregunta que quita el sueño a los asesores. Imposible saberlo porque estamos en terreno inédito. ¿Qué pasaría con la resolución de Claudia o Adán Augusto, si Marcelo Ebrard renuncia a la cancillería tres o cuatro meses antes de la encuesta y se vuelca al trabajo de promoción? La situación sería particularmente incómoda para la jefa de Gobierno, cuyo trabajo la ata a la Ciudad de México y sus responsabilidades específicas dificultan encontrar justificación para hacer giras al resto de la república. No es el caso del secretario de Gobernación, cuyas tareas no solo le permiten recorrer el país, sino también negociar con actores políticos y líderes en cada región, algo indispensable para construir alianzas. Tras la tragedia de la Línea 3 del Metro hace unos días, se volverá aún más difícil para Sheinbaum promover su candidatura al menos presencialmente en los próximos meses.

Algunos afirman que más allá de las encuestas, la designación saldrá de López Obrador y punto. Sí y no. Me queda claro que el presidente tiene favorita, pero también que si los resultados son contundentes en otra dirección será complicado intervenir drásticamente. Recordemos que participarán tres encuestadoras, dos de ellas comerciales además de la interna de Morena; igualmente la definición final estará acotada por el efecto de los sondeos previos de todas las empresas y medios de comunicación que publican resultados al respecto. En otras palabras, si alguien toma una ventaja importante de aquí a septiembre próximo, el costo político para un supuesto “dedazo” sería enorme. Lo cual nos lleva, otra vez, a la importancia que tendrán las precampañas el próximo verano. ¿Se van o se quedan? Haga sus apuestas. 

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