Y es que 12 años después, finalmente Andrés Manuel entendió e hizo lo que debió hacer desde 2006, cuando contendió por primera vez en una elección presidencial. En esa ocasión, como ya se sabe, inició su campaña con 20 puntos de ventaja en las encuestas. Arriba del priista Roberto Madrazo, que iba en segundo lugar, y de Felipe Calderón, del PAN, relegado hasta la tercera posición.
Al ser el candidato puntero, se le empezaron a acercar líderes sindicales, gobernadores, senadores y diputados federales, la mayoría del PRI, los cuales tenían fuertes diferencias políticas con Madrazo Pintado desde que el exgobernador de Tabasco se apoderó de la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del partido tricolor.
Una de las enemigas más poderosas del priista tabasqueño que buscó a López Obrador fue la maestra Elba Esther Gordillo, la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que en la contienda interna del PRI en 2002 había participado en la fórmula encabezada por Madrazo como candidata a la Secretaría General del CEN del Revolucionario Institucional. Sin embargo, después de los comicios de diputados federales de 2003, las diferencias políticas personales entre la profesora y el dirigente priista se ahondaron hasta llegar al rompimiento. En la víspera de la sucesión presidencial de 2006, Gordillo se acercó a López Obrador y le habría ofrecido el apoyo de algunos gobernadores priistas afines, entre ellos el veracruzano Fidel Herrera Beltrán, quien para llegar al poder había pactado una “alianza indestructible” con la dirigente magisterial, la cual disciplinó a dos de sus allegados que también aspiraban a la gubernatura en 2004: Tomás Ruiz González y Miguel Ángel Yunes Linares, a quienes había hecho diputados federales por la cómoda vía plurinominal.
Sin embargo, ante el rechazo de AMLO, la satanizada lideresa del SNTE, vinculada desde 1989 al expresidente Carlos Salinas, buscó entonces al candidato del PAN, Felipe Calderón, quien del tercer lugar en las encuestas terminó ganando oficialmente la elección con una apretadísima diferencia de 230 mil votos, equivalente al 0.62% de la votación total, la más cerrada en toda la historia de las sucesiones presidenciales en México.
En 2024, López Obrador ya no estará en las boletas como candidato, ni podrá remolcar a quien Morena postule a la gubernatura de Veracruz.
¿Por eso la urgencia del Plan B de la reforma electoral?