De todos los robos que se puedan enlistar, muchos de ellos terribles y muy graves socialmente, el plagio es sin menor duda el más vergonzoso académicamente. No se roba nada material o con valor por sí mismo, es robar ideas de otra persona y hacerlas pasar como propias.
Solo ideas y palabras es lo que se roba, nada más, pero nada menos. Se es tan torpe, incapaz, flojo o simplemente apático, que se requiere robar las ideas y palabras de otro para hacerlas pasar como propias. En el caso de un universitario, es el peor delito académico posible. No se puede ser un profesional sin ideas propias.
Recuerdo cuando hice mi tesis, conté con la asesoría de grandes maestros, el Arq. Ricardo Pérez Elorriaga, Gustavo Bureau y Eliseo Castillo. Fueron meses de intenso trabajo, mucha investigación y enorme aprendizaje. Se escribían y reescribían capítulos enteros, se regresaba al planteamiento de la hipótesis a comprobar, se reducía o ampliaba el marco teórico o, simplemente se desechaban ideas que al inicio considerábamos interesantes de explorar e incorporábamos conceptos no contemplados originalmente.
Recuerdo cuando el director de la tesis, el Arq. Carbonell, autorizó la impresión del documento. Fue un momento que nos alegró mucho, ya estábamos un poco al límite de la frustración y cansancio. La tesis, ahora después de más de 25 años, es claro que es un documento que puede ser ingenuo y algo deficiente académicamente, claro, desde mi actual perspectiva de un profesional con muchos años en este negocio, pero en ese momento, era el mayor logro en mi vida.
Llegó el día del examen, se expuso la tesis y se defendieron con argumentos todos los cuestionamientos de los sinodales. El examen fue en los Cubos de la Facultad de Arquitectura. Al terminar, las felicitaciones y los abrazos, ya era arquitecto titulado.
Yo ya estaba casado y con dos hijas, el titularme fue un esfuerzo muy grande y el último empujón, no tenía dinero y cada impresión, copias, revelado de fotografías y demás chunches, representaba un gasto que en algunas ocasiones, casi siempre, se me complicaba.
Nunca lo pregunté ni siquiera se me ocurrió indagar si había alguna posibilidad de plagiar una tesis y así titularme sin tanto esfuerzo y en mucho menos tiempo. Es más, no me imagino la posibilidad de plantear algo así a mi director o asesores de tesis. Estoy seguro de que su respuesta hubiera sido un rotundo y absoluto no y lárgate de mi vista.
El asunto es que nunca lo hubiera hecho, era una forma de traicionarme como universitario, es algo que simplemente ni siquiera lo consideré, por la simple razón que es muy bajo, inaceptable y poco académico. Mil veces prefiero haber vivido todo el proceso de elaboración de la tesis, recordar a mis maestros con cariño y respeto y ahora estar tranquilo como profesional de la arquitectura.
El plagio es el robo de ideas y palabras, es una estupidez robarlas, son de las pocas cosas en esta vida que son totalmente gratis.
Solo dos tipos de personas plagian una tesis: Los idiotas sin ideas o los corruptos sin ética académica.
Solo resta definir que tipo de persona es la ministra Esquivel.
Cualquiera de las dos es un perfil inaceptable para la Suprema Corte de la Nación.
¿O me equivoco?
Jorge Flores Martínez
Twitter: @jorgeflores1mx