Por Edgar Hernández*
¡De que le arde, le arde!
Pero finge y, de nuevo, vomita rencor. Es un coraje de vida que arrastra desde las indelebles marcas que acaso le quedaron cuando niño tras la muerte accidental de su hermano José Ramón, cuya autoría lo señala.
O es, quizás, la otra historia ‘oscura’ de su adolescencia sobre un amigo suyo del beisbol con el que peleó, y que al momento de darle la espalda, le lanzó una pelota en la nuca y le provocó invalidez.
Quizás fueron esos 24 años de fracasos donde quedó como el “¡ya merito!” del juego presidencial.
No sé. En realidad, no son pocas las conjeturas que envuelven a este controvertido personaje de tamaña cachaza que minimiza el despertar social a conveniencia.
Es acaso, la resultante de tanto caminar en busca de un anhelo, la Presidencia de México, que cuando llegó ya no le gustó, ni supo cómo manejarlo o, muy probablemente, cuando estaba en esa su eterna plaza del Zócalo, un buen día le abrieron las puertas del Palacio Nacional y le dijeron “¡Señor Presidente el país es suyo!”, y no supo cómo era gobernar para más de 130 millones de mexicanos.
Lo que sí no es hipótesis son sus corajes.
Sus célebres berrinches. El echarle la culpa a quien osa contrariarlo. El meter a la cárcel a sus enemigos. El no poder echarse para atrás en los compromisos de sangre que pactó con el crimen organizado y premiar con largueza a todos priistas y una caterva de desposeídos que lo apoyaron en su lucha.
Y, por supuesto, odiar a muerte –y asesinar- a la prensa. A todos esos periodistas y líderes de opinión, incluidos los conductores que lo cuestionaban, reían de sus necedades y pausas lingüísticas.
A todos los que le hicieron ver que no era nada en materia de cultura básica o educación –fue un fósil de Ciencias Políticas de la UNAM-, a los estudiosos y expertos en la política, a los intelectuales y sobre todo, a los ex presidentes –salvo Salinas de Gortari que hasta el 2018 fue su más importante enemigo-.
Tampoco la emprendió contra Peña Nieto, porque eso fue una negociación tipo mafia.
La lista de enemigos, ya en la Presidencia, se hizo tan larga que terminaría incluyendo a la sociedad civil, a los pobres, a los clasemedieros, a los ricos y a todo el que cuestiona a Morena y a la jalada denominada 4T.
Para acabar pronto, se enemistó de todo el pueblo de México:
El de la razón es, sin embargo, AMLO. Se equivocan quienes piensan mal de él o creen que es una mala persona.
¡No, no!
Es de que –como él mismo dice- sólo actuó como lo que es.
Por qué habríamos de exigirle justicia a quien le fue negada (según él) toda su vida política; por qué reclamarle la cancelación de 100 programas sociales y asistenciales, cuando lo que hizo fue actuar dando becas y dinero a los viejitos para amarrar votos.
¿Por qué tendría que darle oportunidad a la democracia y fortalecer a los partidos políticos que buscan la alternancia para borrarlo?
Por qué tendría que defender al INE –un INE que legitimó su asunción al poder- si lo que precisamente no quiere son elecciones limpias, sino reelección partidaria.
Este amigo nunca va a condescender ni apoyar ni respetar a la prensa crítica, porque no le gusta que lo censuren y jamás permitirá una elección interna del candidato de su partido a la presidencia, si justamente lo que aprendió de la política fue el “Dedazo” y los “Tapados” (corcholatas).
La razón asiste en este pobre hombre de mediana inteligencia, cuando echa chispas contra los ex presidentes Zedillo, Fox y Calderón que por 18 años no le dieron chance y lo dejaron en la calle prostituyéndose hasta que le echó encima a los Cárteles a Peña para arrebatar el poder.
El señor Presidente hoy se ríe de sus enemigos a quienes llama conservadores y fifís, descalifica marchas, plantones y exigencias de democracia.
Y tiene razón ya que el Estado es él.
El final, sin embargo, se acerca ya con todo y sus tontas razones.
Al Solitario de Palacio habrá de quedarle tatuada para siempre la concentración del Zócalo ayer, a la que se sumaron 115 ciudades de la República y el resto del mundo.
No fueron 80 mil los asistentes a la concentración en favor del INE como dice el gobierno de la ciudad de México, fuimos miles, cientos de miles los que lo repudiamos en todo el mundo.
La de ayer fue una marcha eterna.
Como escribe el analista de Reforma Juan-Pablo Calderón Patiño “El poder contaminante del narcodinero en las campañas, la pérdida del sentido histórico de todos los partidos políticos, la crisis de cuadros políticos profesionales, la ausencia de un “nosotros como nación” y vernos en la ruta en el próximo medio siglo, el desfase del poder federal frente a estados y municipios, la crisis en el Congreso de la Unión por el que han pasado miles y de muy pocos existe el recuerdo de vocación y humildad política, es la otra marcha permanente por la que debemos dar batalla”.
Así es amigo Juan Pablo. Ayer se empezó a reescribir la historia de México.
¡El México bronco cabalga!
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo