Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto
Ya se está haciendo costumbre, en la administración de López Obrador, que el presidente de México se lance fuerte en sus conferencias mañaneras en contra del Departamento de Estado de los Estados Unidos, la segunda instancia de poder en la Casa Blanca, después de la Presidencia del país vecino. Tan sólo ayer, el mandatario mexicano arremetió en contra de la dependencia que encabeza Antony Blinken para acusarla de «injerencista» y cuestionar no sólo sus opiniones y acciones «en los asuntos internos de México», sino también de incurrir en «intervencionismo» en Perú en la destitución de Pedro Castillo, además de acusar al Gobierno estadounidense de «practicar la política Monroe, de hace dos siglos, de sentirse los dueños del mundo».
A los constantes señalamientos que ha hecho a Washington y a su embajadora en Lima, Lissa Kenna, por haber supuestamente apoyado la vacancia de la Presidencia del Perú y apoyado a la presidenta Dina Boluarte, a la que ha llamado «presidenta espuria», López Obrador sumó este martes un duro reclamo por los comentarios que emitió en la víspera, apoyando la manifestación ciudadana en contra de su Plan B electoral. «Las reformas electorales de México han generado un gran debate, un sello distintivo de una democracia vibrante. Respetamos la soberanía de México y creemos que un sistema electoral independiente y bien dotado de recursos y el respeto por la independencia judicial respaldan una democracia saludable», dijo el lunes, Ned Price, vocero del US Department of State.
Tras acusar injerencismo en la política interior de México, López Obrador trató de exceptuar de su crítica al presidente Joe Biden, pero igual acusó a su segundo de a bordo, Blinken: «Como es la mala costumbre, siempre se inmiscuyen en asuntos que no les corresponden, muy contrario a lo que piensa el presidente Biden, que siempre habla de un pie de igualdad, pero como dice la canción, pesa más o se impone más la costumbre, la mala costumbre en este caso, que el amor o el respeto».
Y ya encarrerado en sus críticas, volvió a acusar a la embajadora de Estados Unidos en Perú, Lissa Kenna, designada por el Departamento de Estado, de fungir como la principal asesora de la presidenta peruana, Dina Boluarte, además de haber dado su apoyo para que el Congreso de ese país destituyera en diciembre pasado al presidente Pedro Castillo. No es la primera vez que el mandatario mexicano, en su apasionada e ideologizada defensa del depuesto Presidente de Perú, acusa a Estados Unidos y a su Embajadora de haber tenido un papel activo en el abrupto cambio presidencial que sumió al Perú en una fuerte crisis política y social.
Desde el 16 de diciembre pasado, el presidente López Obrador ha acusado públicamente y en varias ocasiones a Estados Unidos y a su Embajadora de haber participado en lo que él llama «un golpe de Estado» del conservadurismo peruano. «Es indudable que Estados Unidos tiene un papel destacado en ello», ha dicho al referirse a la destitución de Castillo y el ascenso de Dina Boluarte. «Estén involucrados o no los estadounidenses en Perú, hay sospechas porque no cuidan ni siquiera las formas. El primer mensaje después de la destitución del presidente Castillo fue el de la Embajadora de Estados Unidos. Y luego, cuando declaran Estado de emergencia, va la embajadora (Lissa Kenna) a entrevistarse con la presidenta nombrada por el Congreso (Dina Boluarte) en el Palacio de Lima», dijo en aquella fecha el gobernante mexicano.
En aquella ocasión, la Embajada de Estados Unidos en Lima le declaró a la televisora Bloomberg que rechazaba «cualquier forma de desinformación que argumente ideas contrarias» y, sin aludir los dichos de AMLO, aseguró que apoyaban la gobernabilidad democrática no sólo en el Perú sino en todo el hemisferio occidental. Ayer, cuando vino un nuevo ataque desde la mañanera en Palacio Nacional, en el que acusó a la embajadora Kenna de ser la principal asesora de Dina Boluarte, un vocero del Departamento de Estado le declaró al diario Reforma que las afirmaciones del Presidente mexicano eran «falsas» y defendió la actuación de su Embajadora en Perú al decir que sus interacciones se ciñen a prácticas diplomáticas establecidas. «Las afirmaciones son inequívocamente falsas. Estados Unidos apoya firmemente y promueve la gobernabilidad democrática, los valores democráticos, los derechos humanos y el Estado de Derecho en todo el hemisferio», dijo el vocero estadounidense al diario mexicano.
Tanto activismo ideológico y tanta injerencia de López Obrador en la situación política del Perú -curiosamente el mismo injerencismo que acusa de los Estados Unidos- ya provocaron el enfriamiento de las relaciones diplomáticas con el país andino, tras la indignación de la presidenta Boluarte que, primero en diciembre expulsó al Embajador mexicano en Lima y el pasado viernes anunció el retiro definitivo del Embajador peruano en México. A todas esas posiciones personales e ideológicas que ha asumido para defender a Pedro Castillo, que han elevado la tensión diplomática, se suman ahora las acusaciones contra el Departamento de Estado por opinar e intervenir en los asuntos mexicanos, al grado de asegurar que «hay más democracia en México que en Estados Unidos». ¿Será que AMLO, que está a punto de provocar una ruptura diplomática con Perú, también quiere tensar la relación con Estados Unidos?… Se lanzan los dados. Capicúa. Se repite el tiro.